Su nombre es Felicidad. Sin embargo, durante muchos años no le hizo honor a su nombre. La violencia psicológica que vivió por parte de su marido la anuló, llegándole a provocar una severa anorexia nerviosa. Ahora imparte charlas. Su misión: “concienciar”
Su voz es tranquila. Imagino que le ha costado mucho tiempo no romperse. Feli Ruiz, de Felicidad, habla desde la experiencia, cuando la herida ya está curada. No obstante, la cicatriz sigue marcada en cada poro de su piel. Ahora, como presidenta de la Asociación ASOCPROCAT, y después de años de sufrir y renacer en silencio, imparte charlas y talleres por distintos municipios de Catalunya. Su misión: concienciar sobre las violencias que existen contra las mujeres. Y no solo la física. Feli sabe bien de lo que habla, es una superviviente.
“Me quedé en 39 kilos y una severa anorexia nerviosa. Nunca me pegó, pero creo que eso no es relevante, porque psicológicamente me destrozaba cada día”. Feli escribió en un cuaderno, a papel y boli, todo lo que sintió cuando vivía con su maltratador. Su exmarido y padre de su única hija. Ahora lo recuerda con la fuerza de una superviviente, pero quien la escucha se le eriza la piel. Por supuesto, no está igual de curtida en la materia…
“Me quedé en 39 kilos y una severa anorexia nerviosa. Nunca me pegó, pero creo que eso no es relevante, porque psicológicamente me destrozaba cada día”
“Por eso creo que tenemos que ser las supervivientes, cuando estemos preparadas para ello, quienes concienciemos al resto de la población de la existencia de estas violencias. Y no solo me refiero a la física… Hay muchos tipos de violencia contra las mujeres, dentro y fuera de la pareja. La prostitución y los vientres de alquiler son un ejemplo”, sentencia.
Desde comentarios obscenos a la prostitución
Y este es precisamente su propósito. Dar visibilidad a todas las violencias que padecen las mujeres: desde los comentarios obscenos por la calle, hasta las agresiones físicas y psicológicas, pero también sobre la prostitución y los vientres de alquiler, “que son violencias que muy poca gente contempla, pero que, sin embargo, la que sufre siempre es una mujer”.
Recuerda que le costó mucho tiempo recuperarse, pero que dio el paso para que con su granito de arena se construyera una sociedad más concienciada. “Ahora vivimos en un momento relativamente bueno, pues cada vez hay más visibilidad, más ayudas y reconocimientos. Sin embargo, mi historia transcurrió a mediados de los 90… y en esa época yo sentí que no podía acudir a nadie”.
Por suerte, asegura, “estamos en la dirección correcta, pero todavía queda muuuuucho recorrido”.
Concienciar a hombres, pero también a las mujeres
Feli en su día sintió que la sociedad no la arropaba. Todo lo contrario. “Veníamos de unas generaciones donde según que tipo de comentarios o comportamientos eran ‘lo normal’, pero yo sentía que me anulaban”. Tuvo que llegar a escuchar que eso le pasaba porque no le daba lo que él necesitaba.
“Las mujeres también tenemos que concienciarnos, porque a veces no somos capaces de empatizar. En mi caso, personas de mi entorno justificaban a mi exmarido”. Eso provocó que Feli todavía cayese en un pozo más profundo. “Llegué a creer que realmente era mi culpa que nuestro matrimonio no funcionase. Aunque él culpaba a nuestra hija de dos años… incluso delante de ella…”.
“Veníamos de unas generaciones donde según que tipo de comentarios o comportamientos eran ‘lo normal’, pero yo sentía que me anulaban”.
Ayuda a otras mujeres a despertar de sus pesadillas
La pesadilla de Feli se prolongó varios años. Ahora, recordándolo, cree que las primeras señales ya las dio durante el noviazgo, pero que no supo verlas. En 1998 se divorciaron entre amenazas de muerte y abogados de por medio. Feli terminó viviendo una temporada en casa de un hermano suyo, con la pequeña. Cuando las amenazas incrementaron abandonó Barcelona, donde había vivido toda la vida, y se mudó al interior.
“Durante los años con él dejé de trabajar. Había conseguido un trabajo indefinido en una fábrica, pero estaba tan anulada que pensé que tenía razón. Dejé el trabajo, me separé de mi entorno y me quedé totalmente anulada. Perdí mi felicidad”, recuerda. Por suerte, hace años que despertó de esa pesadilla y ayuda a otras mujeres a despertar de la suya.
Todo granito de arena suma
Su hija fue su motor. Y cuando se sintió fuerte para verbalizar su historia, cogió sus cuadernillos y los empezó a leer su historia delante de la gente. “Mi objetivo no es otro que concienciar. Haced entender a mis oyentes que existen muchos tipos de violencia contra las mujeres; y dar voz a otras posibles víctimas”. Sin embargo, Feli cree que todos los factores de nuestra sociedad deben ser partícipes de este cambio, de esta evolución a una sociedad más justa para las mujeres y eso se empieza en los colegios.
“Creo que estamos retrocediendo con los jóvenes de hoy en día. No están entendiendo el mensaje por el que hace tantos años que luchamos. Cada vez hay más agresiones sexuales entre menores, más celos… y si en las escuelas no se educa en ese sentido, de nada servirá el camino recorrido hasta ahora”.
Dejar de ser juzgadas
Por eso, su propósito es poder acceder a las escuelas e impartir charlas también para los niños y adolescentes. “Pero mi discurso no gusta a todo el mundo, hiere sensibilidades, me dicen…” Y es que para Feli, Felicidad, la única manera de concienciar es leer algunas pinceladas de lo que ella sintió en primera persona… “Solo si decimos la verdad de cómo nos sentimos podremos hacer que nos entiendan”.
Apoyo, entendimiento y comprensión. Eso es lo que buscan las víctimas y las supervivientes. “Necesitamos a alguien que nos escuche, las soluciones ya las sabemos, pero no siempre son fáciles de tomar. Necesitamos que se nos deje de juzgar…” sentencia.