El etarra, Rafael Caride
Simón, uno de los terroristas arrepentidos acogidos a la llamada "vía
Nanclares", saldrá de prisión este domingo tras cumplir su condena como
uno de los autores materiales del atentado de Hipercor en Barcelona en 1987.
Fuentes jurídicas han
informado a Efe de que el histórico etarra liquida condena este domingo, 18 de
agosto, tras haber pasado 26 años en prisión, 19 en España y otros 7 en
Francia. Desde finales de 2017 está en libertad condicional por orden de la
Audiencia Nacional.
Condenado a 790 años
Condenado a 790 años de cárcel
por el atentado de Hipercor de 1987, perpetrado por el "comando
Barcelona", mantuvo en los últimos años encuentros con las víctimas de ese
atentado, a los que expresó su sentimiento de culpa por el daño causado.
En noviembre de 2017, la
Audiencia Nacional aceptó flexibilizar las condiciones de las condenas de
cuatro etarras arrepentidos acogidos a la vía Nanclares, que se encontraban en
la fase final de sus condenas. De hecho, Caride Simón es uno de los últimos
etarras arrepentidos que quedaban por salir, añaden las fuentes.
El juez central de Vigilancia
Penitenciaria de la Audiencia Nacional, José Luis Castro, recordó entonces que
el etarra manifestó por escrito su renuncia, rechazo y arrepentimiento por los
hechos por los que fue condenado y evidenció su desvinculación con ETA.
Para tomar esta decisión, se tuvo
en cuenta el avanzado grado de cumplimiento de su condena, su buena conducta
penitenciaria y que cuenta con apoyo familiar y con hábitos laborales
consolidados. Caride Simón, de 73 años, aceptó ser voluntario en un proyecto de
integración para personas en situación de riesgo, principalmente población
penitenciaria, en Guipúzcoa.
El atentado
El atentado al Hipercor de la
Meridiana de Barcelona tuvo lugar a las 16:10 horas del 19 de junio de 1987. La
organización terrorista, ETA, colocó un potente explosivo en el centro
comercial, que causó la muerte de 21 personas y dejó a otras 45 heridas. El
explosivo estaba en el interior de un Ford Sierra que el conocido “Comando
Barcelona”, formado por Josefa Ernaga, Domingo Troitiño y Rafael
Caride Simón, había robado y había estacionado en el parking de Hipercor.
A las 16:10 horas, actuó el
temporizador que activaba los explosivos, ocasionando una enorme explosión que
voló por los aires la primera planta del garaje, provocando un socavón de 5 m
de diámetro en el suelo del establecimiento por el que penetró una bola de
fuego que abrasó a todas las personas que encontró a su paso.
La explosión provocó, además,
la destrucción de unos 20 vehículos que se encontraban en el aparcamiento
siniestrado, otros 25 sufrieron daños de gravedad y otros muchos fueron
afectados por el humo, además de daños importantes en las instalaciones del
hipermercado y de diversa consideración en algunos inmuebles vecinos, sobre
todo, balcones y cristales.
“Nunca había sentido nada igual”
“Yo vivía entonces en la
esquina entre la calle Espronceda y Meridiana, volvía de trabajar y, escasos
minutos antes de la explosión, había pasado con mi coche por delante de
Hipercor. No pasaron más de cinco minutos desde que pasé por ahí y encontré
sitio para mi automóvil entre Meridiana y Felipe II”. Así empezaba a recordar
su vivencia Enrique S. Miquel, de 69 años y testigo del atentado, con quien ha
podido hablar eltaquigrafo.com.
“Hacia justo dos meses y medio
que otro atentado terrorista perpetrado por ETA había roto los cristales de
casa de mis padres. El de Hipercor no fue el primer atentado, ni mucho menos,
el 2 de abril de ese mismo año, hicieron explotar otra bomba cerca del antiguo
cuartel de Automovilismo de la Guardia Civil. No lograron su objetivo pero, sin
embargo, falleció un camarero de un bar de la zona. Por eso, cuando bajé del
coche esta vez y escuché de nuevo ese ruido infernal —la explosión— pensé que
habían puesto una bomba en el antiguo cuartel. Sentí como un terremoto, el
suelo parecía moverse y me agarré a la puerta de mi coche. Salí corriendo
dirección Navas, donde se encontraba el cuartelito, pero el jaleo venia del
otro lado. Avancé un par de calles, mientras la gente corría en dirección
contraria, no quise acercarme demasiado, me dio miedo, yo llegué que ni
siquiera había llegado la policía. Era, efectivamente, en el Hipercor de
Meridiana, donde minutos antes había pasado con el coche. Salía mucho humo. Lo
que sentí no se puede describir con palabras porque no era miedo, era peor que
eso. Enseguida llegaron los bomberos y la policía y, menos mal, porque el fuego
cada vez era más grande. Me fui llorando a casa… Nunca antes había sentido la
muerte tan cerca, ni siquiera el día que se nos rompieron las ventanas de
casa…”.