El crimen de Castro Urdiales (Cantabria) acumula ya más de tres meses de interrogantes que posicionan el caso en un nuevo y más alto escalón de siniestralidad. ¿Habrá sido el crimen perfecto? De momento, no hay rastro del cadáver de Jesús M. Baranda, un jubilado vizcaíno de 67 años que vivía en Castro Urdiales (Cantabria), desaparecido el pasado mes de febrero de 2019, cuya cabeza fue encontrada el 28 de septiembre dentro de una caja envuelta en papel de regalo y cerrada con un vistoso lazo. Mari Carmen Merino, la pareja del desaparecido, se la había entregado a una vecina meses atrás. Le pidió que se la guardara porque la Guardia Civil iba a registrar la casa donde vivían los dos y le daba «vergüenza» que los agentes vieran lo que había dentro: «unos juguetes sexuales», según ella.
Merino, en prisión provisional por haber matado presuntamente a su pareja sentimental, se niega a declarar y los investigadores solo tienen la cabeza de la víctima, miembro que la acusada asegura guardar como un recuerdo, después de que, según su versión, un desconocido llamara a su puerta y la dejara ahí. Con todo y, como adelanta El Periódico, la Guardia Civil sigue buscando, aunque con pocas esperanzas, el cuerpo de Jesús, quien dejó hecho testamento en favor de su pareja, según ha comprobado su familia.
La familia denunció la desaparición
El primo de Jesús fue quien denunció no tener noticias de él, en marzo. Entonces, comenzaron las investigaciones de los agentes, que acudieron a la casa donde María del Carmen residía con él y, sin rastro del desaparecido, ella misma les aseguró que se había ido voluntariamente: «Se ha ido de casa porque ya no me quería». Pero, a pesar de las contradicciones entre lo que explicaba Mari Carmen, lo que aseguraba el primo de Jesús y de lo extraño de la desaparición, el juez archivó el asunto. El caso se abrió cuando Mari Carmen, presa del pánico, entregó el cráneo de su pareja a una vecina del municipio y ésta lo descubrió.
Además, la Guardia Civil baraja que el crimen se produjo entre los días 10 y 18 de febrero, por lo que quizá el día de San Valentín fue el escogido por Mari Carmen para acabar con la vida de su marido en Castro Urdiales. Uno de los interrogantes a los que se enfrentan las autoridades es conocer por qué María del Carmen, ahora en prisión, pudo acabar con la vida de su pareja. En este sentido, una de las teorías que manejan es que mató a Jesús María porque éste quería dejar la relación y entregó el cráneo a la vecina que, presuntamente ,sería la amante de éste.
Las bolsas «con tierra de las macetas»
Las investigaciones de la Guardia Civil de Cantabria y el juzgado número 3 de Castro Urdiales han revelado que, aquel mes de febrero, Mari Carmen Merino decía sufrir fuertes dolores de lumbago. Y que avisó a una limpiadora para que fuera a su casa. Le explicó que había «cambiado las macetas», que tenía un montón de tierra para tirar y que ella no podía hacerlo. La mujer de la limpieza acudió con una amiga y ambas se llevaron las bolsas de basura en coche a un «punto limpio», donde las dejaron. Después, recordaría que eran «negras y pesadas».
Sin embargo, aunque algunas de las vecinas de María del Carmen insinuaron en su día que distribuyó los restos de su marido entre las croquetas que repartió la presunta asesina entre los amigos más cercanos, la verdad es que la Guardia Civil no tiene, de momento, pruebas veraces del paradero del cuerpo de Jesús María. La limpiadora, según fuentes de la investigación, seria la testigo más valiosa.
La detenida aseguró en múltiples ocasiones que su pareja había marchado voluntariamente a Punta Cana y que se había llevado consigo 12.500 euros para gastarlos en el Caribe.
¿Y las sierras eléctricas?
Mari Carmen fue detenida y encarcelada en la prisión de El Dueso. Afirmó que alguien había dejado la caja con la cabeza de su pareja sobre el felpudo de la puerta y que la había guardado porque era lo «único» que le quedaba de Jesús Mari. La investigación de la Guardia Civil, que sigue abierta, registró la casa familiar incluso con agentes caninos, como Marley. Fuentes del caso confirmaron que, en las semanas de la desaparición, la mujer compró por internet un martillo y dos sierras eléctricas de podar, de 16 y 32 centímetros de hoja respectivamente, que no han sido encontradas.