C.M.T. estaba aparcando su coche en una calle colindante a la Avenida de Santa Eugenia de Girona cuando escuchó chillar a una mujer mayor, de unos 65 años. Un individuo, joven, de 25 años, acababa de robarle el móvil. Ella paralizada solo pudo clamar por su teléfono mientras los pocos transeúntes que pasaban por la calle observaban la escena algo insólitos. Entonces, C.M.T., también de 25 años y agente de los Mossos d’Esquadra en prácticas, no dudo en salir disparado tras el ladrón e identificarse como policía fuera de servicio. El delincuente paró en seco.
Tras un breve forcejeo el agente pudo recuperar el teléfono móvil y devolvérselo a su propietaria. El agente inmediatamente quiso retener al ladrón y llamar al 112 para pedir refuerzos. El jaleo ocasionado, en especial por la actitud violenta del joven delincuente, llamó la atención de los miembros de un centro cívico de la misma calle, donde casualmente la víctima del robo era profesora. Y, alrededor del agente y el fugitivo se acumularon varias personas para ayudar al joven mosso.
Lo atacaron con una botella de cristal
Tras varios segundos de incertidumbre, que pasaron muy rápidos, recuerda el agente, su pareja le alertó de que otro individuo se estaba acercando a toda velocidad con una botella de cristal en la mano. Dispuesto a atacarle, C.M.T. pudo repeler la agresión y pidió a los otros transeúntes que alertaran ellos al número de emergencias. “Yo necesitaba las dos manos para intentar coger distancia con los agresores, salvaguardar la vida de los presentes y, por supuesto, también la mía”.
A pesar de su insistencia identificándose como agente fuera de servicio, los delincuentes se separaron y echaron correr antes de que llegaran los refuerzos. Eran las 17.00 horas del pasado viernes 26 de noviembre. En plena vía pública, en el corazón de Girona y con algún resquicio de luz todavía en el cielo.
“No puedes no hacer nada”
“No puedes no hacer nada” aseguraba este joven agente a eltaquigrafo.com, que no dudó ni un segundo en salir corriendo, identificarse y velar por la seguridad de la víctima y de los otros presentes. “Primero traté de recuperar el teléfono móvil, luego de velar por la seguridad de todos. La botella de cristal le podía haber caído a cualquiera”.
Cuando llegaron los refuerzos, tanto de la Policía Local, como de los Mossos d’Esquadra, C.M.T. ayudó a perfilar a los delincuentes. Poco después, le avisaron de que habían localizado a los dos presuntos individuos en una zona boscosa alejada del centro de la ciudad.
Misma ropa, misma botella, misma actitud
Ambos se habían intercambiado la ropa, pero seguían con la misma botella en la mano y con la misma actitud violenta con la que se habían encarado horas antes con el agente en prácticas. En estado de embriaguez salieron corriendo y en el mismo estado los encontraron. C.M.T. acudió al lugar donde los detuvieron y los identificó. “Uno de ellos llevaba unos tatuajes muy significativos” dijo.
Eran dos hombres, de 25 y 31 años, de nacionalidades salvadoreña y hondureña, a quienes acusaron de los presuntos delitos de robo con violencia e intimidación y atentado a agente de la autoridad, a quien, además, profirieron varias amenazas de muerte. Para más inri, recuerda el agente, la botella con la que lo atacaron había sido robada poco antes del suceso en un supermercado próximo a la zona. ras la identificación acompañó a los agentes hasta la comisaria de Girona y les ayudó con la minuta de los hechos, el informe donde se precisan los detalles del suceso.
Tan sólo lleva dos meses de prácticas
A C.M.T. le pasaron mil cosas por la cabeza durante esa tarde. Tan solo lleva dos meses haciendo prácticas en la comisaria de los Mossos d’Esquadra de Figueres (Girona) y de forma instintiva reaccionó como un auténtico veterano. “Me gustaría que si esto le pasara a mi abuela y un agente lo presenciase, hiciese lo mismo que hice yo. Con precaución y sin poner en riesgo la seguridad de nadie”, aseguró a preguntas de esta redacción.
Y es que el trabajo de seguridad ciudadana es precisamente esto: el día a día de un policía, a pie de calle. El impulso de presenciar un delito y reaccionar activamente. Salir corriendo y, a pesar de no llevar la indumentaria reglamentaria, intentar velar por la seguridad de todos a la espera de refuerzos.