El 17 de julio de 2016, Patrick Nogueira llevó a cabo uno de los asesinatos más atroces que se han producido en España en los últimos años: mató y descuartizó a sus tíos y a los hijos de éstos, de tan sólo uno y tres años. Casi cuatro años después, los investigadores del caso todavía se preguntan qué motivos indujeron al joven a cometer tal monstruosidad, con extrema crueldad y, parece ser, sin ningún atisbo de arrepentimiento. Él —el asesino— asegura que no sabe por qué lo hizo.
¿Por qué hablamos de Nogueira y de tal barbarie, tantos años después? Porque la periodista de La Sexta, Beatriz Osa, acaba de publicar un libro, Olor a muerte en Pioz (Al revés, colección «Sin ficción»), donde, sin dejarse ni un solo detalle, desgrana la investigación que llevó a cabo la Guardia Civil, tras descubrir los cuatro cuerpos en seis bolsas de basura, y aporta luz a la que, sin duda, es una de las mentes más oscuras sobre las que haya tenido que informar.
Lo retransmitió todo a un amigo, por WhatsApp
La reconstrucción de lo que pasó en la casa de las víctimas, cuyos cuerpos se descubrieron un mes después de los asesinatos, a causa del hedor que desprendía la vivienda, hizo aflorar que el joven no sólo sabía lo que hacía, sino que se lo iba contando a un amigo, por WhatsApp, a medida que lo iba ejecutando.
Decirle cosas como «estoy feliz de que no me importe» o «qué risa, los niños no corren, se abrazan antes de matarlos», junto con el hecho de que, tras asesinar a su tía y sus primos, esperara durante horas la llegada de su tío, para matarlo a él también, ayudan a definir a Nogueira, tal como hace el capitán de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, José Miguel Hidalgo, como «un psicópata de manual». Es decir, no está loco —como pretendía dar a entender la defensa— y sabe distinguir perfectamente el bien del mal.
Aislado en Estremera
Tras confesar los crímenes, ser declarado culpable y condenado a prisión permanente revisable, Nogueira fue trasladado a la prisión de Estremera, en Madrid, donde pasa los días, en soledad, en un módulo de aislamiento. No es fácil acercarse a él. Tal como cuenta Osa en su libro, incluso para cortarle el pelo hay que seguir un protocolo muy específico, obtener permiso y hacerlo a través de las rejas.
A los 17 años, el joven Nogueira ya había apuñalado a un profesor de su instituto, que logró salir con vida, «porque no le gustaban las bromas que le hacía». Luego, pasó lo de sus tíos y primos. En ningún caso ha mostrado ningún sentimiento de culpa. Quizá por eso, pide que no se le deje salir de prisión, porque tiene claro que lo volverá a hacer.