A la Abadía de Montserrat su estrategia del “no sabe y no contesta” se le va a girar en contra.
Se suceden las denuncias que incesantemente está acumulando la cuenta de correo de denuncia que ha puesto en marcha la primera de las víctimas del hermano Andreu Soler que ha decidido salir del anonimato: Miguel Hurtado.
El denunciante ha descorchado una botella repleta de abusos innombrables y de la que nadie quiso dar cuenta durante años.
Hurtado y al menos otros dos “escoltas” que hace 30 años, siendo unos chavales de 15 años, recibían apoyo espiritual en Montserrat, han explicado con detalle como el monje Andreu, (fundador del movimiento “escolta” de la Abadía del que fue responsable durante 40 años) les agredió sistemáticamente, unos abusos sexuales continuos y especialmente crueles.
Llueven denuncias
Se multiplican los denunciantes y los responsable de la mítica Abadía se limitan a decir que no sabían nada de los nuevos casos que aparecen y que todo se aclarará toda vez que han creado una comisión interna de investigación de cuyo funcionamiento y conclusiones no van a dar detalle.
Se limitan a mandar, a los medios de comunicación, notas de prensa o incluso declaraciones audiovisuales pregrabadas, un proceder que no permite las preguntas de los periodistas ni el escrutinio de la sociedad.
Sospechosa actitud de quienes no han tenido otro remedio que reconocer que hace años pagaron (en billetes de 500 euros), un dinero al señor Hurtado para que “sufragase los gastos del psicólogo” y, de paso, tuviera la boca callada.
Pero los tiempos cambian, el escándalo se ha desbordado y “la omertá celestial y política” que ha amparado y protegido a los monjes y abades de Montserrat, se está cayendo como un azucarillo.
El abad lo sabia
El hermano Soler está muerto desde 2008. Pero algunos prestigiosos juristas apuntan a que la Abadía y la Iglesia como institución siguen teniendo responsabilidades penales y/o civiles por los daños sufridos por aquellos adolescentes que, quizá por decenas, fueron víctimas de “dedos largos mossèn Soler”.
Los ahora denunciantes han explicado con detalles como informaron de lo que ocurría “al resto de hermanos”. Incluso informaron al Abad, pero la iglesia corrió un tupido velo y ni reprobaron al monje Soler ni le denunciaron como era preceptivo. En el código penal lo llaman encubrimiento.
Andreu Soler estuvo durante 40 años al frente de los “escoltas” de Montserrat, cobijado bajo el paraguas de una institución impoluta, emblemática y de la que un país entero, hasta hoy, se ha sentido orgulloso.