Defensa y acusación. Presunto agresor, asesino, homicida y víctima. El abogado del «malo» y el abogado del «bueno», el abogado del «malo» y el abogado del «menos malo». En un juicio, como en un juego de rol, cada una de las partes juega con unas cartas que tienen como finalidad resolver de la manera más justa y profesional, basándose en las reglas establecidas por el Código Penal, hechos delictivos tipificados en dicho código y que, en consecuencia, acarrean penas de privación de libertad y/o multa en múltiples formas.
Además del juez, que es quien tiene la potestad de juzgar y dictar sentencia, y del Ministerio Fiscal, que vela en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la Ley, de oficio o a petición de los interesados, hoy nos interesan las figuras del abogado defensor (que defiende al acusado/investigado) y el abogado de la acusación (que defiende los derechos e intereses de las víctimas o denunciantes). Para entender qué funciones desempeñan ambos cargos, este medio se ha puesto en contacto con Paz Velasco de la Fuente, jurista y criminóloga especializada en delitos violentos, profesora en la Universidad Internacional de Valencia (VIU) y autora de Criminal-mente (Ariel, 2018); y Alex Zaragüeta, abogado especializado en derecho penal, jurisdicción de menores, derecho penitenciario, derecho de la circulación, responsabilidad civil, derecho de extranjería y violencia de género.
«Todos tenemos derecho a una defensa»
Velasco, que fue abogada penalista durante 25 años, siempre ha trabajado, por decisión propia, al lado de las víctimas o de sus familias. «Para ser una buena abogada, bajo mi punto de vista, debes creer ciegamente en tu trabajo y en la causa que estás defendiendo, sino, no puedes realizar una buena defensa. Por eso, siempre he tomado la decisión de estar en el lado de las víctimas, porque es donde he creído que podía dar lo mejor de mí y hacer mejor mi trabajo».
La reputada criminóloga, especializada en mujeres homicidas, colgó la toga hace aproximadamente un año y medio, para dedicarse en cuerpo y alma a investigar por qué actúan como actúan los criminales, en concreto, las mujeres criminales. Hasta entonces, su máxima era la de creer en las causas que defendía y reconoce que quizá nunca estuvo lo «suficiente preparada moralmente» para ofrecer una buena defensa en aquellos casos en los que no confiaba.
Sin embargo, es consciente y defiende, por encima de sus máximas, que «todos, independientemente del delito que hayamos cometido, tenemos derecho a una defensa». Y por eso —prosigue—, existen los abogados penalistas, para decidir si llevan casos de sujetos presuntos criminales o presuntos agresores, o bien, para estar en el otro lado y defender a las víctimas de determinados delitos, cuando éstas sobreviven, o llevar casos de personas que ya han fallecido a causa de un crimen.
«Debes ser lo más profesional posible»
Zaragüeta ha trabajado en ambos lados pero, a diferencia de Velasco, ha podido vivir y colaborar muy de cerca en las defensas de criminales como el violador de Martorell (Barcelona), Tomás Pardo, o el asesino de una niña de 13 años, en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), Juan Francisco López Ortiz. También colaboró en la defensa de José Gilart Navarra (crimen del Bar Snoopy). Con todo, Zaragüeta es consciente, tras 25 años ejerciendo como abogado penalista, de que en su trabajo «debes dejar tus prejuicios a un lado y asumir que cuando te toca estar al lado del acusado y ejercer su defensa, tu objetivo, como buen profesional, es el de obtener la pena justa, aunque eso muchas veces implique que durante la vista se exija la condena mínima».
El reconocido abogado compara la vista oral del juicio con una negociación de compraventa. «Si tú eres el vendedor, es decir, la acusación, siempre tenderás a reclamar la pena más alta. El papel del defensor, que sería el comprador, es el minimizar esa pena y exigir la más baja. Al final, el equilibrio entre ambas suele dar como resultado la pena justa». Zaragüeta añade que, el 99% de las veces, él y el resto de la sala son conscientes de la supuesta culpabilidad del investigado, pero matiza que en este tipo de juicios penales «más allá de juzgar si alguien ha hecho o no algo, lo cual se demostrará con las pruebas presentadas y al final es algo muy científico, se juzga cómo lo ha hecho y en qué contexto para, al final, decidir una pena u otra dependiendo de los agravantes o atenuantes que se puedan demostrar”.
Con todo, Zaragüeta es consciente de que defender a un presunto criminal forma parte de su trabajo, pues como decía Paz Velasco «todos tenemos ese derecho».
El valor de las pruebas y su práctica
Ambos profesionales del derecho penal coinciden en asegurar que lo que se debe ofrecer es un buen juicio y, por lo tanto, debes ser lo más profesional posible y ejercer la mejor defensa posible para garantizar los derechos e intereses de cada una de las partes implicadas, para llegar a un equilibrio.
Zaragüeta reconoce que «al final, de lo que se trata es que el sistema funcione bien; y cada caso es un granito de arena que debería servir para que el sistema vele por los derechos de todos. Por eso, como abogado defensor, a veces puedes llegar a tumbar un tema porque se ha practicado mal una prueba; quizá eso conlleva un resultado injusto, porque esa persona saldrá bien o mejor parada, cuando sí que ha cometido un delito, pero sirve para que eso no vuelva a pasar». El abogado sentencia que «prefiere dos malos en la calle, que dos inocentes en prisión».
Velasco, por su lado, también valora la buena ejecución del sistema, así como la buena praxis de las pruebas. Velasco señala que existen distintos tipos de pruebas «las testificales, las documentales, pruebas de ADN, las periciales y médicos forenses». A estas pruebas, las identifica como «cartas», y el juego de rol, al que se comparan los juicios, consiste en cómo jugar con esas cartas, siempre bajo las reglas judiciales establecidas. Es decir, sin hacer trampas.
«Las series de ficción —reconoce la criminóloga— presentan a los abogados como unos auténticos estafadores de pruebas. Como serie de ficción está muy bien, pero eso no sucede en la realidad, o al menos no sucede ni de manera tan frecuente ni tan desproporcionada». En este sentido, Velasco reconoce la gran labor de los abogados defensores, al otro lado de donde ella ha trabajado como abogada, y se satisface de los resultados judiciales de los últimos años, asegurando que «los grandes criminales de los últimos años —todos— están en prisión».