A finales de este mes de enero, se celebrará en la Audiencia de Barcelona el juicio por el llamado crimen de la Guardia Urbana. En el juicio, se tratará de resolver la desaparición y muerte del agente, Pedro Rodríguez, crimen por el que han sido investigados la novia de éste, Rosa Peral, y el antiguo amante de ella, el también policía local de Barcelona, Albert López.
Rodríguez desapareció el día 1 de mayo 2017. Lo hizo mientras convivía con su novia, la agente, Rosa Peral, y las hijas de ésta (de 5 y 7 años) en Cubelles (Barcelona). Quince días después de su desaparición, y una vez fue hallado el coche de Rodríguez, calcinado, con sus restos carbonizados en del maletero, Peral se personó ante los Mossos, acompañada de su hermano, José, y explicó su versión de lo sucedido aquel 1 de mayo, por la noche, en su casa.
En resumen, la mujer declaró que López, poseído por los celos, irrumpió en el domicilio que ella compartía con Pedro y que, tras discutir con él, Pedro ya no apareció más ni se tuvieron más noticias suyas hasta que apareció muerto, calcinado.
Dos años y un juicio pendiente
La pareja de urbanos fue detenida el 16 de mayo del 2017 y, desde entonces, esperan en prisión el inicio del juicio. Durante estos dos años, han pasado muchísimas cosas en este caso: se han sucedido contradicciones y el reconocimiento de parte de los hechos a cargo de Albert López, se han archivado las causas abiertas contra Peral por la supuesta contratación de un sicario para matar a su exmarido —un Mosso d’Esquadra llamado Rubén—, y se han ido recogiendo pruebas que, en un sentido u otro, perjudican o benefician a los imputados.
Una de estas pruebas que, aunque en un principio parecían incriminar a Peral, en realidad, era un a prueba en su descargo, es una toalla. Una toalla con restos de sangre que apareció en el cubo de la ropa sucia de la casa de Peral, lugar donde presuntamente sucedieron los hechos.
Cuando los Mossos encontraron la toalla profirieron gritos de alegría: «¡Ya lo tenemos!», dijeron, como si las muestras de sangre encontradas correspondiesen a Pedro Rodríguez y, por lo tanto, vinculasen directamente a Peral con el caso.
La sangre era de Rosa
Pero la sangre allí aparecida no era de Pedro, era de Rosa. El primer estudio científico de la toalla reveló que había en ella tanto de Peral como de Rodríguez.
Durante estos dos años, Rosa Peral ha insistido una y otra vez en que se realizase la prueba para confirmar que, efectivamente, la sangre era de ella y que, por lo tanto, allí estaba su ADN, y que el ADN de Pedro correspondía, probablemente, a esperma.
Según la versión de Peral, la prenda fue utilizada por ambos tras una relación íntima —de ahí que hubiese ADN del esperma de Pedro— y, en absoluto, fue utilizada para limpiar restos de sangre de su novio víctima de asesinato, tal y como relata el Fiscal, por un complot entre ella y Albert.
Toalla que no aparece
Finalmente, a un mes del juicio, la Justicia ha hecho caso a Peral y pide que se identifique de quién era exactamente la sangre que apareció en la toalla y si los restos de ADN de Rodríguez corresponden a esperma. Eso liberaría a Rosa Peral de toda sospecha.
Para estupefacción de los abogados de Peral, el juzgado reconoce que cuando ha decidido buscar la prenda, no la encuentra. Han oficiado contra reloj y, casi a la desesperada, al almacén de piezas de convicción de los juzgados de Barcelona para tratar de localizarla. Una situación kafkiana que deja a la imputada, al menos de momento, con una prueba menos a su favor.