El representante del Ministerio Fiscal, Félix Martín, concluyó las cerca de seis horas de interrogatorio, entre la jornada del miércoles y la del jueves, preguntando a Rosa Peral si este crimen no era —en realidad— «una diabólica y perversa prueba de amor». La acusada, visiblemente perpleja ante esta pregunta, respondió asegurando que no. «Si yo solo tengo amenazas y control. Eso no es tener ninguna prueba de amor», concluyó Peral.
Cabe mencionar que dicha cuestión vino precedida por la insinuación del fiscal sobre la incapacidad de Rosa para romper relaciones como, a su parecer, ya le había ocurrido anteriormente. Dando a entender, de este modo que, si Rosa no había matado a Pedro por amor a Albert, lo habría hecho por su ineptitud a la hora de romper sus relaciones sentimentales. Es decir, el fiscal ha dejado entrever que para él caben dos posibles justificaciones: el que fuese una prueba de amor para retomar una relación entre los acusados o bien, la falta de capacidad de Rosa para romper con Pedro.
Como ya sucedió el miércoles, y como cabía esperar para el jueves, Rosa Peral se mantuvo firme en su declaración, justificando cada una de las preguntas que el Ministerio Fiscal, la acusación particular y la defensa del otro acusado, Albert López, le lanzaron como dardos.
¿Por qué no denunció antes del 13 de mayo?
Como dijo durante la primera jornada de interrogatorio, Rosa no habría denunciado a Albert por la muerte de Pedro Rodríguez, por las amenazas y la coacción de la que estaba siendo víctima. Se ratificó en acusar a su compañero de patrulla y amante de amenazarla a ella y también a sus hijas para que siguiera sus instrucciones durante los días posteriores al crimen. Instrucciones que contemplaban contestar a los mensajes de Pedro como si fuera él, no denunciar y dar a todos la misma versión de los hechos, versión que, según la acusada, le impuso el mismo Albert.
Durante la sesión de este jueves, añadió, además, que la falta de pruebas incriminatorias contra Albert no sostendrían la veracidad de su versión. Ella creía que si lo denunciaba y él se enteraba —porque se iba a abrir entonces una investigación— éste iría, armado, a por ella y sus hijas. «Lo que estaba en juego eran mis hijas y yo», subrayó. «Pensaba que, si yo hablaba, ¿cuánto tiempo tardaría en atacarme?».
Rosa puso de ejemplo el funcionamiento de las órdenes de protección a mujeres maltratadas. La acusada consideró entonces, y lo sigue considerando, que si a mujeres maltratadas por sus parejas no se les otorga dicha protección ¿qué le iba a hacer pensar que a ella sí?.
¿Por qué denunció, finalmente?
El detonante para empezar a infundir sospechas sobre Albert fue el rechazo, por parte de la Guardia Urbana, de concederle una segunda vigilancia para sus hijas. Por eso decidió armarse de valor e ir a comisaría y explicar «una media verdad», porque no fue hasta que tuvo conocimiento de que Albert estaba entre rejas, que se atrevió a declarar en su contra.
Es importante matizar que, si esto es cierto, Rosa nunca habría cambiado entonces de versión, sino que, cuando sintió que tanto ella como sus hijas estaban a salvo, pudo contar lo que para ella era y es la verdad. Y es que, en relación con las niñas, a pesar de estar con su padre, Rosa seguía temiendo por ellas, sobre todo, después de que le negaran protección los días que las pequeñas estaban con su progenitor (el exmarido de Rosa, Rubén Carbó).
¿Qué pasó, entonces, de 22.00 a 02:47?
A pesar de que la acusada justificó —con más o menos solvencia— cada una de las preguntas del fiscal, la acusación particular y la defensa de Albert, en una segunda sesión de interrogatorio —que volvió a alargarse cerca de 5 horas—, no logró convencer a las distintas partes.
En primer lugar, porque el fiscal insistió en varias ocasiones para aclarar qué había sucedido exactamente entre las 22.00 horas y las 02.47 (cuando presuntamente llegó Albert al domicilio). ¿Qué estuvieron haciendo para estar despiertos hasta tarde? Rosa se justificó asegurando que, ante la insistencia de mensajes, algunos amenazantes, del otro acusado, ella no pudo conciliar el sueño y empezó a ordenar la planta baja de su domicilio. Pedro la acompañó en dicha tarea.
Por otro lado, y en este caso fue el letrado de la acusación particular, Juan Carlos Zayas, quien insistió,otro de los interrogantes que asaltaron tras su discurso fue por qué Rosa no se preguntó dónde estaba Pedro. Cabe la posibilidad de que, el marcharse de casa, fuese conducta habitual de Pedro cuando discutían y que, por lo tanto, Rosa tuviese esa reacción como normalizada. Además, cabe mencionar, que como dijo en la anterior sesión, ella no quería ver lo que estaba sucediendo y que no fue hasta el jueves, 4 de mayo, que le empezaron a aflorar las dudas y se distanció de Albert.
Otro de los datos que extraño al letrado fue que Rosa no habría alertado a su novio al ver a Albert saltando la valla de su domicilio. «¿No avisó a Pedro, que estaba en la vivienda?». «Me quedé paralizada [...] No estaba en situación de enfrentarme a él. Tenía miedo. ¿Qué podía hacer contra alguien que iba armado?», respondió retóricamente. Por los golpes que escuchó y las manchas que creyó ver cuando bajó a limpiar el porche, Rosa pensó que «podría haber habido una pelea entre Albert y Pedro». Desde entonces, no supo nada más de su novio, cumplió con las amenazas de Albert y, hasta el jueves de esa semana, estuvo convencida de que Pedro volvería.
¿Dónde se lanzó la presunta mochila?
En su declaración, Rosa afirmó que Albert llegó a su casa con una mochila de la que sobresalía un palo. Más tarde, cuando bajó a limpiar el porche, supo que ese palo era el mango de un hacha, herramienta que creyó ver con pequeñas manchas de sangre y con el filo roto. Entonces, volvió a ver la famosa mochila en el suelo de su patio. «Estaba empapada de algo, parecía agua» y, en la parte baja, creyó ver sangre, aseguró.
Al día siguiente, el martes, 2 de mayo, cuando Rosa subió al coche de Albert, obligada a conducirlo hasta el domicilio de Rubén, su exmarido, la acusada volvió a ver la mochila en la parte trasera del coche. Precisamente, durante las primeras diligencias policiales, la prueba BlueStar, que determina si quedan rastros de sangre en las superficies, dio un falso positivo en esa zona. Es decir, pudo haber sangre, pero se habría limpiado sin dejar rastro.
En este sentido, Rosa pidió a Albert su coche, el martes 9 de mayo, con la intención, siempre según su versión, de recabar alguna prueba, como la mochila, e ir con ella a denunciar. Su sorpresa fue que el coche del acusado estaba impoluto para aquel entonces y no halló absolutamente nada. La sospechosa ha reconocido que, a pesar de no tener pruebas para denunciarle, no entendía por qué la Policía no investigaba a Albert. «No me cuadraba que una persona que ha quitado la vida a otra siga patrullando con un arma», especificó.
¿Mató a Pedro por unas fotos de carácter sexual?
El letrado de la acusación insinuó, si Rosa no había dejado a Pedro «de la forma más convencional», al tener miedo de que éste pudiese pasar fotos íntimas de ella, como ocurrió en 2008 con el que más tarde se conoció como caso de la «Pornovenganza». Rosa, visiblemente enojada, elevó el tono para concluir que «Pedro jamás hubiese hecho algo para perjudicarme».
Por otro lado, el abogado defensor de Albert López, José Luis Bravo, intentó demostrar las constantes crisis que había entre Rosa y Pedro. La acusada se defendió de sus ataques asegurando que lo único que tenía con la víctima era «un plan de futuro» y que «como en todas las parejas, hay roces». Bravo también trató de descontextualizar el posible móvil de su cliente: «¿Cuál era el objetivo del asalto?», le requirió el abogado. «Quería únicamente hacerme daño», respondió tenaz la acusada.
Peral podrá esclarecer todos los interrogantes que no han convencido a las distintas partes, durante la sesión de este viernes, cuando sea interrogada por su abogada.