Daniel Baena, como en el milagro de los panes y los peces, ha convertido la televisión en radio.
Sí, el teniente coronel de la Guardia Civil Daniel Baena, mitad ángel y mitad diablo o a la bicerveza (según quien mire y que mire),con su carácter locuaz de gafapasta docto y no exento de desparpajo, se ha erigido en la gran voz en off del juicio del procés (todo con su tono a lo Mariano Ozores serio bien modulado a juego con ese discurso suyo tan técnico como bien preparado y estructurado), pues, sí, ha venido a ser el toque radiofónico de este conciliábulo judicial.
Y es que aunque los espectadores escuchábamos su voz, no hemos podido ver su imagen salvo en nuestra mente (como ocurre en esa hipnótica fábrica de sueños reales que es la radio).
Esperábamos mucho de su declaración y de la puesta en escena de su declaración: de hecho habíamos imaginado que los abogados defensores se le tirarían al cuello, y él se mordería la lengua en medio de su discurso como un ahorcado a media salve, y, cuando se cayera al suelo tal que un Cristo yacente de Juan de Juni, el resto de abogados de la sala, que devendrían en los filósofos y médicos de cabecera de la casa, se levantarían y pondrían ventosas en el cuerpo desnudo de Baena con los vasos del bufet, o así, por intentar salvarle del ahogo y el amoratamiento. Pero no…
El interrogatorio de la mañana ha sido muy técnico, las preguntas se han bajado mucho al detalle fino, se ha repasado la interminable jornada del referéndum ilegal centrándose mucho en descripciones y fenomenología, en escuchas telefónicas, facturas encontradas en registros y pormenorizados asuntos informáticos sobre intervenciones de webs y software de recuentos de votos, uff…
Y el declarante, que en todo momento se ha mostrado tan fluido como amigo de las precisiones y las sutilezas procedimentales, ha dejado claro casi en demasía que el clima que, entre el 20 de septiembre y el 8 de octubre se vivió en Cataluña, era, a su juicio, un clima insurreccional.
Asimismo ha hecho un repaso de la gradación de ese clima social catalán, que a su juicio primero fue de reivindicación,luego de protesta y, tras el registro de Unipost, se convirtió en un polvorín con cortes de carretera, escraches en casas cuartel y alteración constante del orden público, señaló, con el objetivo de poner al Estado en posición de conflicto.
Igualmente el guardia civil señaló que, en su opinión, tras la aplicación del artículo 155 en Cataluña ya no hubo tales problemas de orden público ni siquiera en los registros.
Las preguntas relacionadas con su supuesto perfil de twitter han sido las más incómodas, pero las ha respondido con semejante pericia (ha negado ser Tácito). Las preguntas sobre si su exhaustivo trabajo de búsqueda y análisis de indicios de entonces era una investigación económica de malversación o una de sedición han sido las más animosas, y creemos que también las mejor argumentadas por el testigo.
Sí, su habilidad para zafarse de las preguntas-trampa de abogado diríamos que es digna de un escapista verbal a lo Houdini.
En la sesión de la tarde, una sesión ya del todo atolondrada de fechas y abogadas, una sesión que ha durado más que un traje de pana, quedó aún más patente que a este guardia civil ilustrado no lo agavillan ni las togas, ni los buscadores de contradicciones ni la sombra alargada y machistoide de los romances de Lorca.
Lo confieso: flipo con este Guardia Civil Daniel Baena el Campeador.