Juicio Guardia Urbana: el fiscal acorrala a Rosa

Rosa Peral en el juicio por la muerte de Pedro Rodríguez   |   EFE
photo_camera Rosa Peral en el juicio por la muerte de Pedro Rodríguez | EFE
Rosa Peral minimizó, en su declaración, la relación con el coacusado, Albert López, e insistió en que, tras el crimen, éste la tuvo amenazada constantemente, obligándola a encubrirlo, aunque, según ella, no fue consciente de esto hasta más tarde.

«No tuve una relación como tal con Albert López». Así empezó Rosa Peral su declaración en el juicio por el presunto asesinato de quien fuera su pareja, el también guardia urbano, Pedro Rodríguez. Tras cinco horas de interrogatorio, a preguntas solamente del Ministerio Fiscal, Rosa Peral trató de demostrar su inocencia en el crimen, alegando que fue víctima de amenazas constantes por parte de Albert López. De este modo, quiso justificar que, tras los hechos, actuó movida por el miedo y el bloqueo al que estaba siendo sometida. Además, insistió en asegurar que «jamás» se le pasó por la cabeza pensar que «Albert había matado a Pedro». 

Lejos de convencer al representante del Ministerio Fiscal, Félix Martín, la acusada basó su relato en minimizar su relación con el coacusado, Albert López, justificando —con más o menos solvencia— cada uno de los interrogantes que le planteaba el fiscal. Acorralada por sus preguntas, Rosa explicó que, para ella, no mantuvieron «una relación tradicional» porque, para ello, él debería de haber aceptado a sus hijas. Pero negar este hecho pareció motivar al fiscal, que intentó demostrar que las infidelidades de Rosa justificaban, de algún modo y siempre según su versión, las posibles contradicciones que pudiesen presentarse en sede judicial. 

Para Martín, la estrategia de minimizar su relación con Albert, así como la compra de 50 test de embarazo y dar apariencia de «vida feliz con Pedro» forman parte de una estrategia premeditada para desacreditar, precisamente, la presunta planificación de este crimen, hecho del que se les acusa. 

Se ratifica en su ya conocida versión 

Rosa Peral, visiblemente emocionada, se ratificó en su versión y explicó nuevamente su ya conocido relato: «Vi a Albert saltar la valla de mi casa […] Se acercó hacia mí. Llevaba una braga, guantes y una mochila. Se levantó la camiseta y me enseñó su arma […] Le di mi móvil y me fui corriendo hacia el piso de arriba. Después oí muchos golpes […] Me pidió las llaves del coche y se las lancé desde el balcón. No me atrevía a bajar. Tenía mucho miedo […] Más tarde, me pidió que bajara y limpiara el porche, pero no vi nada. Solo pude ver a Albert con un hacha en la mano, con mango amarillo, y con manchas de sangre en la cara. Me asusté como no me había asustado nunca. No me dejaba ni hablar». 

Como era de esperar, Peral volvió a acusar a Albert de la autoría del presunto crimen. Tras los hechos que supuestamente acaecieron la noche del 1 al 2 de mayo de 2017, es cuando, según la acusada, se inició la constante persecución y vigilancia por Albert. «Él me obligó a contestar todos los mensajes. Él me amenazó para que no fuese a la Policía. Me empezó a controlar los mensajes que escribía y fue él quien me dijo que dijera que Pedro se había marchado. Empezó a venir a mi casa para vigilarme…». Incluso, aseguró, que se hizo llamadas a ella misma. Todo ello bajo la coacción y la amenaza de la que dice haber sido víctima. Según su discurso y, como demostraron las tarificaciones de los teléfonos móviles, Albert fue a verla las noches del 3, 4 y 6 de mayo. 

El fiscal considera que Rosa y Albert planificaron la muerte de Pedro para poder retomar su relación sentimental sin obstáculos. Rosa, sin embargo, insistió —sollozando— que no había ningún plan en el que ella participara, «estaba con mis hijas en casa y estaba bien con Pedro». 

 No quiso ver lo que sucedía

Rosa reconoció, entre lágrimas, que a pesar de las amenazas de Albert, la sospecha de tener que utilizar el teléfono de Pedro, el trayecto hasta casa de Rubén (su exmarido), hasta el pantano y la quema del coche, ella «no quiso ver todo lo que estaba pasando». Cabe recordar, en este sentido que, según relató la acusada, el agente procesado le instó a ir hasta casa de Rubén, lo que la acusación atribuye a un intento de implicarle en la muerte de Pedro. 

Tras ese trayecto, Rosa y Albert volvieron a la vivienda de ella en Vilanova i la Geltrú. Rosa reconoció que fue entonces cuando cogió el coche de Pedro, y Albert el suyo propio, y se dirigieron a la pista forestal del pantano de Foix, donde días más tarde se encontró el coche de Pedro calcinado. «Me dijo que aparcara el coche y le vi con dos bidones de gasolina. Creía que iba a por mí y salí corriendo por la carretera. En ningún momento pensé que Pedro estaba en el vehículo […] Pensaba que iba a volver», sostuvo la acusada. 

Aseguró que no fue hasta el día 4 de mayo de 2017, cuando los Mossos se presentaron en su casa, que tuvo conocimiento de que Pedro había sido asesinado.

El Fiscal fue a por todas 

Siguiendo, por otro lado, con el propósito del fiscal —demostrar las contradicciones en el relato de Peral— la credibilidad del discurso de Rosa pareció tambalearse al ser preguntada y repreguntada en múltiples ocasiones por el presunto embarazo, por las llamadas que hizo al móvil de Pedro tras el crimen y, sobre todo, por los chats que había mantenido con Albert en el mes de enero, cuestiones a las que la acusada no logró dar una respuesta que satisficiera al representante del Ministerio Fiscal, quien la puso en el filo entre lo creíble y lo no creíble. 

Para restarle verosimilitud a las palabras de Rosa, el fiscal reprodujo los correos electrónicos enviados a finales de enero entre los procesados, en los que la acusada le expresaba sus sentimientos: «Solo tú me has tenido y quiero que me sigas teniendo», se leyó. El representante del Ministerio Fiscal insistió en ello, al no entender porque si, por esas fechas ya vivía con Pedro, porque enviaba mensajes de este calibre a su examante. 

Dice que quería apartarse de Albert 

Rosa se justificó explicando que su pensamiento entonces fue hacerle creer a Albert que estaba sola —cuando en realidad estaba ya con Pedro— y que solo había sido suya, para evitarse problemas. «Los problemas llegaban cuando él se pensaba que me había perdido. Por eso pensé que, si le hacia creer que era suya, él me apartaría porque ya estaría satisfecho». «Era mi manera de apartarme de él, aunque lo hice fatal». Según ella, estos mensajes los envió movida por el miedo que ya le tenía entonces. «Para mí, esta persona [Albert] tiene un problema mental», afirmó.

Además, el fiscal dejó claro que, a su parecer, el miedo insuperable que asegura haber vivido la acusada es incompatible con acciones objetivas como enviar mensajes de WhatsApp sin mencionar dicho miedo, con ir al cine con sus hijas y, sobre todo, con haber ido a una comida, el 4 de mayo de 2017, con una docena de guardias urbanos, sin plantearse pedirles ayuda. «Ninguno de ellos me daba confianza. Tenía miedo». Reconoció que, tras el juicio por la conocida «pornovenganza» y tras la ruptura con Albert, no podía confiar en ninguno de sus compañeros, asegurando que todos ellos hubiesen acudido a Albert si ella les expresaba sus miedos. 

A Rosa aún le queda su abogada

Y aun las lagunas y contradicciones que logró sonsacar el representante del Ministerio Fiscal, a Rosa todavía le queda responder a las preguntas de su defensa, donde tendrá la oportunidad de esclarecer las sombras que se generaron en su primera jornada de interrogatorio. Contra todo pronóstico, la versión de Rosa tambaleó ante algunas de las preguntas y afirmaciones del fiscal. 

La actitud de la acusada fue variando a lo largo de las cinco horas de interrogatorio, pasando de un talante desafiante a otro muy emotivo. Las respuestas de Rosa fueron largas y, en ocasiones, no respondían a lo que el fiscal preguntaba, hecho que también restó coherencia a su discurso. Con todo, hasta determinado momento, la declaración de Rosa había tenido credibilidad, pero la estrategia del fiscal logró ponerla en un apuro. Este jueves, será el turno de su defensa, liderada por la letrada, Olga Arderiu, para reconducir esta sensación de caos y para ordenar las ideas y los conceptos que, entre preguntas y respuestas, quedaron en el aire.

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