Cuando la autora confesa de la muerte del niño de ocho años, Gabriel Cruz, y, en ese momento, pareja del padre del menor, Ana Julia Quezada, "encontró" la camiseta del niño en una zona que se había batido horas antes, cercana a la casa de la pareja con la que llegó de Burgos a Almería, "se priorizó la investigación" sobre ella.
Así lo ha narrado, ante el jurado popular, el jefe de la Policía Judicial de la Comandancia de Almería, capitán José María Zalvide, en su declaración de este miércoles por la mañana.
"Tranquila, Ana, no vas a ir a la cárcel"
Tras ese extraño descubrimiento, la Guardia Civil pinchó el teléfono de Quezada —que, casualmente, perdió dos veces mientras se buscaba al niño—, colocó micrófonos en su coche y la empezó a seguir. Fue así como, gracias a estos micrófonos, escucharon "cómo mete el cuerpo en el coche, sacude las manos y dice: A dónde lo llevo ahora, a qué invernadero lo llevo".
Y eso no es todo, tras desenterrar al niño en la finca familiar donde había ocultado su cuerpo, los agentes que la seguían pudieron escuchar cómo la investigada se alentaba mientras introducía el cuerpo del pequeño en su coche, diciéndose a sí misma: "Tranquila, Ana, no vas a ir a la cárcel".
Fría y calculadora
El guardia civil responsable de la instrucción de la causa ha reiterado que Quezada, para desviar su culpabilidad, puso el foco de atención sobre su expareja, que era "una referencia constante, asegurando que tenía una furgoneta blanca, que odiaba a los niños y que podría estar vinculado".
Pero también ha señalado que las familias de sus exparejas la consideraban una "persona fría, calculadora y muy materialista" que pensaban que se había casado con diferentes hombres "por dinero".
Por último, ha precisado que en el registro de la vivienda de Quezada, además de ansiolíticos, fue localizada una cantidad no determinada de cocaína.
Los hechos
Gabriel Cruz desapareció la tarde del 27 de febrero de 2018 cuando iba de casa de su abuela a la de unos primos, cuya distancia es de unos escasos 100 metros. Fue 12 largos días después, cuando la Guardia Civil detuvo a la entonces pareja de su padre, Ana Julia Quezada, cuando llevaba el cadáver del niño en el maletero de su coche.
Se da la circunstancia que Quezada, que confesó el crimen dos días más tarde, había participado activamente en las labores de búsqueda del niño cuando se supone que le había causado la muerte y lo había enterrado en una finca familiar, el mismo día de su desaparición.
La pena
Quezada se enfrenta a una pena de prisión permanente revisable, por un delito de asesinato, así como a diez años más de cárcel por sendos delitos de lesiones psíquicas a los padres del menor.
La Fiscalía también solicita el pago de los 200.203 euros de los gastos generados en la búsqueda del menor —en la que participaron más de 5.000 efectivos entre profesionales y voluntarios— y, además, en concepto de reparación del daño moral, reclama 600.000 euros para los padres, 160.000 para la abuela materna y otros 170.000 por los gastos médicos en conceptos de lesiones psíquicas y secuelas.
La Fiscalía también solicita que Quezada no pueda comunicarse o aproximarse a menos de un kilómetro de los padres durante treinta años.