Opinión

Albert Cavallé, un “lover” enamorado de la cárcel

Ilustración de Pepe Farruqo para eltaquigrafo.com
photo_camera Ilustración de Pepe Farruqo para eltaquigrafo.com

Normalmente el delincuente se escuda en la mentira (solo hace falta leer la reciente sentencia de la Sección sexta de la Audiencia de Barcelona que le condena a tres años y medio por estafa para constatar que Cavallé es un ejemplo inequívoco de ello), pero lo de este estafador (hay ya tres sentencias firmes que lo consignan como tal), es de traca

Minutos ante de entrar en la sala de vistas se apresuró, con la anuencia de su mediático abogado, a convocar a la prensa y lanzar su speech auto exculpatorio. Claro, los periodistas, que saben de qué pie cojea el susodicho personaje y a la vista de su carrera vertiginosa hacia los infiernos del talego, le preguntaron si tenía miedo de ingresar en la cárcel. Cavallé, con su mejor sonrisa profident y sus gafas de sol ultra cool (aunque el día estuviera nublado) respondió con la ligereza de quien no se ha parado pensar la barbaridad que está a punto de soltar: “pues no sé, ja ja ja, pues si tengo que entrar en la cárcel, pues entraré, ja ja ja” y poco menos vino a añadir que en ese caso tratará de pasárselo lo mejor que pueda allí dentro.

En la cárcel los tipos como Cavallé no lo pasan bien. En la cárcel los tipos que humillan, vejan, agreden o atentan contra la mujer son mal recibidos. No es literatura barata, es el código de honor taleguero que circula entre celdas y galerías a pesar de los esfuerzos de la administración por evitarlo.

Pero Cavallé salió del juicio y seguía sonriendo. Ignoramos si esa mueca de felicidad se le ha alicatado a la mandíbula y si, en realidad, está tomando conciencia de que más pronto que tarde dará con su pellejo en prisión, un lugar sórdido, repleto de gente resabiada que tiene por costumbre reír poco y donde no hay víctimas vulnerables a las que robarles la cartera. En la cárcel la víctima será él.

En la calle, entre sus víctimas, muchas de ellas estigmatizadas de por vida, cunde la sensación de alivio, de justicia a punto de ser, esta vez sí, total. Una de las víctimas de Cavallé, una mujer que puso su dinero y su corazón al servicio de un estafador judicialmente reconocido, me dijo tras leer la última y demoledora sentencia contra del “lover”, que quiere pasar página, pero que eso no ocurrirá hasta el día en que Albert Cavallé note como cala en sus huesos el frío que se cuela entre los barrotes de la celda.

El juzgado de ejecutorias de Barcelona, que tiene tres anteriores sentencias firmes a las que dar cumplimiento, ha tomado nota de esta última condena. La nube sobre el cogote del otrora apuesto gigoló es cada vez más negra tanto, que está a punto de explotar. Cavallé entrará en la cárcel probablemente sin la fanfarria con la que entró en los corazones de las denunciantes

Que le vaya bonito y que la libertad le sea leve.

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