
“Me había bajado un 50% la ficha, por mi parte hice todo lo posible”. Retengan esta frase. Ahí va otra: “El Barça me lo ha dado todo. Todo lo que soy, como persona y como deportista”, dijo un desconsolado Lionel Messi en su despedida, entre los aplausos de sus ya excompañeros, de su modélica familia y de la junta directiva del FC Barcelona que hábilmente ha pasado como de puntillas en este terremoto.
Da la sensación de que Laporta y su junta querían desembarazarse de Leo y lo han pergeñado hasta conseguirlo. Además lo han hecho sin que el coste social derivado de ello haya sido lo gravoso que, a priori, hubiera cabido esperar. “Lo hemos intentando con todas nuestras fuerzas, felicito a todos los directivos y técnicos que han participado en estas negociaciones, pero no ha podido ser”. En fin.
Laporta, contemporizando
En todos estos meses de la segunda era Laporta, el presidente no ha efectuado movimiento alguno encaminado a rebajar la cuota salarial de la plantilla, ni a incrementar los ingresos gracias a la venta de jugadores como Dembélé, Umtiti, Griezman, Pjianic o Alba, por ejemplo. Pero sí, iba diciendo que la renovación de Messi estaba prácticamente hecha.
Da la sensación de que las voces que querían ver caer “la pera de madura” (33 años, 17 temporadas en el primer equipo, pero incapaz de impedir una derrota de 8 dígitos en competición oficial), se han impuesto por inacción estructural. Ahora, Laporta es el único que manda en del club y ni él, ni Xavi, cuando el presidente destituya a Koeman en los próximos meses o semanas, tendrán que soportar el virreinato con el astro argentino que ha entrado en parábola descendente, aunque en Paris le valoren en 40 millones por año.
Dos frases, muchas lágrimas y una negociación abierta desde el minuto 1 (o desde mucho antes) con el Paris Sant Germain. No nos engañemos.
Los sueños, sueños son
Llámenme incauto, ingenuo o soñador, pero miren lo que se me ocurrió escuchando a Messi durante su rueda de prensa de despedida en Can Barça:
¿Qué hubiera pasado si el astro argentino se presenta en la mesa de negociación y, tras constar que el Barça está en bancarrota, le dice a Laporta: “oye Presidente, que me quedo, que me quedan dos o tres años a tope y quiero cerrar un círculo, el de mi vida y el de mi vida en el Barça. Que el Barça está por encima de todos nosotros.
Y me quedo gratis.
Si presidente, gratis. Amo tanto al Barça, me he sentido tan bien tratado, querido y bien pagado todos estos 17 años, es tanto lo que le debo a este club, es tan potente el amor que siento por estos colores, que me quedo, me quedo gratis o si quiere, págueme lo que usted quiera, lo que pueda, el margen que le permita La Liga, pero no me lo de a mi, déselo a los de Sant Joan de Déu, o a la Cruz Roja o a alguna de esas ONGs que se dejan la vida por ayudar a la pobre gente del tercer mundo. Pero yo me quedo aquí, en mi casa, dónde mis hijos son felices. Dónde en invierno también sale el sol, con una afición que me adora, a la que adoro, y con una cuenta bancaria tan cargada de dígitos que ni en 7 vidas me podría gastar todo lo conseguido”.
Si esto hubiera ocurrido, a día de hoy ya se estaría construyendo la mayor de las estatuas que jamás ha albergado la ciudad de Barcelona. Maradona sería un mero monaguillo en comparación a un Dios llamado Messi que se proyectaría desde la ciudad condal al mundo entero, haciendo inabarcable su dimensión humana como lo es ya la futbolística.
Leo, trilero
“Me había bajado una 50% la ficha, por mi parte hice todo lo posible”. Estos es de 75 millones de euros netos (al Barça durante la época Bartomeu le ha costado 150 millones de euros por temporada), iba a pasar a cobrar 37 millones de euros netos cada uno de los dos próximos años.
¿Has hecho todo lo posible, Leo?
Pero, efectivamente, señores-as, lectores-as, esto no ha sido más que la ocurrencia de un incauto culé, una especie de sueño de verano, el sueño de un ciego que vuelve a ver hasta que se despierta y todo se torna de nuevo oscuro y real.
- “Pero, eso no podía ser, Carlos”, me dice un reputado periodista deportivo. “La norma del Fair Play no permite a los clubs la rebaja de sueldo de sus jugadores por debajo del 50% del sueldo anterior”.
- “Eso sólo sirve para los jugadores de la segunda división”, me dice otro periodista no menos reputado.
- “Eso no sirve nunca”, concluye un de los mejores abogados penalistas de la ciudad. “Cuando se establece un nuevo contrato las condiciones son nuevas e independientes del historial laboral del empleado. ¿Quién dice que un profesional no puede renunciar en su eventual salario a favor de una ONG?
Hagan juego, pero en este caso, sea como sea, el sueño no se va a hacer realidad.
Da la sensación, pues, que, a pesar de las lágrimas de uno y de los lamentos del otro, a uno y al otro ya les va bien como ha quedado la cosa.
Messi y el pasado
Un último apunte: recordemos que Messi hace un año se quería ir y no se le recuerdan pañuelitos, sino burofaxes. Recordemos que Messi es un delincuente económico, condenado en sentencia firme a 21 meses de cárcel por sisarle al Estado impuestos por valor de 4,1 millones de euros. Tuvo que devolver la pasta, pagar una multa millonaria y dejarse otros tantos en gastos y abogados (el último, Enrique Bacigalupo, argentino, por su puesto, le arrebató el caso al despacho barcelonés que, con guante de seda, llevaba bien encaminado el asunto. Bacigalupo le prometió al crack que iba a salirse de rositas).
Claro que todo ese dineral Messi y su padre se lo endilgaron a Bartomeu que, en patética genuflexión, le iba añadiendo ceros a la ficha de jugador en actitud cobarde y servil, temeroso en pasar a la historia cómo el presidente que dejó escapar a Messi del Barça. Y el astro argentino y su papá apretaron y apretaron y Bartomeu y sus tragaderas ha pasado a la historia como el culpable de la tocata y fuga del argentino. Cantaba J. M. Serrat: “Y vaciaré mis bolsillos para mandarle dinero, dinero, para irse más lejos de mi…”, en su poema “Mensajes de amor de curso legal”.
Para Messi antes y ahora, el color del dinero es azulgrana.