
“El taquígrafo se utiliza en los tribunales para realizar la transcripción literal de las audiencias. Gracias a él se anotan las declaraciones de los testigos, los alegatos, las conclusiones del juez, el veredicto y toda posterior imposición de pena”.
Esta es una de las definiciones de taquígrafo que he encontrado en Internet. En cierta medida recoge el espíritu de lo que es y de la vocación que ha movido la puesta de largo de este blog que usted, lector, lectora, tiene en sus manos.
Desde este blog no voy a trasladarles noticias y opiniones cualificadas de ese apasionante mundo de la mala vida. Sino literales, sí al menos con el mayor grado posible de objetividad respecto a cómo, cuándo, dónde y porqué se han producido.
No seré objetivo en la selección. Lo aviso a los efectos oportunos y para que nadie se lleve a engaño. Quizá lean aquí lo que no van a leer en otros medios y plataformas. No será una mala señal.
Este oficio cojea a causa del plomo (o la plata) que el sistema político y económico deposita cada día sobre los que en última instancia han (hemos) de explicar lo que ocurre ahí fuera.
No quiero que me vean cojear. Por lo tanto, asumiré riesgos (no hay aventura sin riesgos) y responsabilidades desde la prudencia que otorgan los más de 30 años de experiencia en este oficio. Lo haré, sin embargo, sin escatimar impertinencia ni valentía para publicar lo que se cuece en la trastienda de esas cloacas donde los delincuentes de moqueta y también los de metralleta escoden sus bajezas y fabrican sus maldades. Ayúdenme a desenmascararlos.
Les presento eltaquígrafo.com, crónica judicial y policial.