
La última bofetada de esos “eruditos” opinantes la ha recibido el compañero del diario El Mundo, Germán González, un tipo que sabe, como pocos, lo que supone partirse la cara cada día en la calle para obtener una noticia
Este es un país de expertos. Los hay en vulcanología, en pandemias, en fútbol, en ética periodística…
Se da la circunstancia, que, en más de un caso, en una sola persona confluyen todas esas y otras especialidades, lo que no deja de ser un fenómeno de acaparamiento cultural y científico extraordinario.
Partiendo de la base de que cualquiera, Dios mediante, pude hablar de lo que le venga en gana, digamos que resulta, como poco, irritante para alguien que como yo, que lleva desde hace 35 años haciendo piruetas cada día en el filo de lo deontológico, el escuchar o leer en determinados medios de comunicación furibundas sentencias sobre la conducta de los gacetilleros que con mejor o peor fortuna pero que, con su mejor disposición, tratan de retratar la actualidad de lo que pasa. De lo que pasa y, sobre todo, de lo que algunos tratan de que no se sepa.
Periodistas en primera línea de fuego
¿Los periodistas hemos de respetar y acatar el secreto del sumario dictado por un juez?
Respetarlo, por supuesto. Acatarlo, depende. Conviene no olvidar que los periodistas no somos parte del proceso penal.
El malogrado, José Martí Gómez, maestro de periodistas, me dijo un día que, por definición, lo oculto, lo secreto es lo interesante y que su publicación solo dependerá de si ésta perjudica o no un derecho superior al de la información, esto es si, por ejemplo, con su difusión se entorpece o dinamita una investigación policial o judicial en curso.
¿El periodista ha de hablar o, en su caso entrevistarse, con ciudadanos imputados, investigados o condenados?
Iñaki Gabilondo, maestro de maestros de periodistas me dijo un día que a veces se ha de bajar a las cloacas, que es donde se almacena la porquería que los poderosos quieren esconder, para hurgar, conocer y luego informar, aunque en ese proceso te muerdan las ratas. Por lo tanto, es lícito, es apropiado, es interesante y es, en mi opinión, incuestionable, entrevistar a tipos como el excomisario Villarejo, Assange, al prófugo Roldan, a Bin Laden o al prófugo “Yoyas”. Otra cosa será valorar si la información obtenida en la entrevista es o no oportuna y de interés general. Pero, en todo caso, que el periodista se convierta en un auto-censurador-preventivo es el colmo del sin sentido. Que alguien aliente esa postura se me antoja enemigo de lo poco de auténtico que le queda a este oficio.
Cinismos corporativo
A Ferreras se le criticó por entrevistarse con un tipo como Villarejo. “¿Como un periodista tan relevante puede prestarse a hablar con un tipo tan turbio como ese?”, voceó una flamante periodista al mando de los poderosos micrófonos de una radio estatal. Le criticó cuando ella jamás ha bajado a las cloacas, jamás ha pisado la zona oscura, la trastienda donde están escondidas las cosas de interés. Y seguramente, no lo ha hecho, no solo por cobardía, sino por incapacidad profesional.
La última bofetada de esos eruditos opinantes (viven fresquitos en verano y calentitos en inverno) y que se arrogan la capacidad de sentenciar, la ha recibido el compañero del diario El Mundo, Germán González, un tipo que sabe como pocos lo que supone partirse la cara cada día en la calle para obtener una noticia.
Resulta que Germán ha entrevistado al tal “Yoyas”, un espécimen televisivo condenado en sentencia firme a 5 años por violencia de género y contra el que pesa una orden de búsqueda y captura. Que se sepa, ni el juez, ni el fiscal, ni la policía han movido un dedo para detenerle más allá de proclamar genéricamente en un auto que se le busque. Sin embargo, Germán le encontró y le entrevistó. Y medio país se ha hecho eco de ello. El otro medio, desde su atalaya, ha empezado repartir arengas de ética periodística al respecto: “¿A dónde hemos llegados?”. “Esto es un ejemplo de la perversión del periodismo actual”. “Entrevistar a un maltratador condenado… ¡qué barbaridad!”.
Censura a la autocensura
Como diría el filosofo y profesor de ética, David Pastor Vico… “solo se puede hablar del diablo si se le conoce”. Y es lo que hizo Germán. Le encontró. Le entrevistó (con una pinza en la nariz), entendió que lo hablado era de interés y lo publicó. Pero los gurús no lo aprueban. Y me pregunto: ¿siempre?. Quiero decir…. ¿nunca se ha de entrevistar a un investigado o condenado por el delito que sea? ¿O en algunos casos, sí? Y, en caso que sí, señores-as eruditos-as de lo ético, … ¿en qué casos?
Menudo cinismo el de aquellos que nunca yerran porque nunca se mojan y, sin embargo, desde su mediocridad y su miseria intelectual, tratan de juzgar y de pontificara con el objetivo de no ser juzgado no sea que emerjan y trasciendan sus carencias y vergüenzas.