
El gobierno de Andorra que preside Antoni Martí, y, cuya portavocía ostenta el polémico ministro de finanzas, Jordi Cinca, ha amenazado a la prensa de su país y a la prensa en general (por eso de que Internet lo globaliza todo).
Dicen que ya están hartos de soportar informaciones molestas, atentatorias y difamatorias contra sus intereses (los políticos y los personales). Hartos. “No se puede mantener la mentira permanente con la simple intención de difamar”, dicen con airado desplante.
Por ello, a partir de ahora las mentiras que los medios digitales han vertido desde el inicio del caso BPA (¡Qué casualidad…!), serán contestadas con querellas.
Vayamos por partes:
Lo de Martí y Cinca es una pataleta que ha adoptado forma de amenaza y que, a pesar de ello, abriga una parte de verdad.
Corren muy malos tiempos para este oficio. Cualquiera con un megáfono se arroga la condición de periodista. Los contendidos informativos que consumimos (a menudo, sin repasar la fecha de caducidad, ni los ingredientes utilizados en su elaboración) están contaminados por el virus de la sospecha.
Las noticias que consumimos, como autómatas, adolecen demasiadas veces de fiabilidad y nitidez ética.
Algunos medios han hecho del chantaje a sus fuentes (normalmente grandes estructuras económicas y financieras), su principal línea de ingresos.
Las zurran con titulares venenosos, falsos, inflados o hirientes. Lo hacen lo suficiente y con premeditada malicia como para provocar que acaben pagando (normalmente a base de patrocinios y similares) el precio por dejar de sufrir el escarnio público por hechos verdaderos, pero no siempre.
Y todo eso, al menos hasta ahora, se desarrolla con impunidad.
El oficio, por tanto, está tan degradado y con tal grado de putrefacción que, a menudo, los mismos chantajeados, lejos de denunciar el atropello, se integran en el fangal y recurren a otros medios para chantajear a sus rivales.
En este ambiente fétido se modula este oficio que un día Ryszard Kapuscinski calificó como “el más hermoso del mundo”.
Martí y Cinca tienen derecho a la pataleta. A luchar por su buena prensa. Incluso tienen a su alcance la posibilidad, si eso calma sus nervios sobrevenidos a poco de dejar la poltrona, de amenazar. Ladran, pero no asustan.
El uso y abuso torticero de los medios de comunicación no sólo es patrimonio de los magnates económicos, sino también alcanza a la clase política, especialmente la que toca dinerito público, es decir, poder.
Martí y Cinca son miembros destacados de la clase política andorrana, ahora ruborizados por los atentados contra su reputación, pero hasta para patalear y victimizarse se requiere de una indispensable dosis de autoridad moral.
Veamos: ¿Son ciertos los contactos del gobierno de Martí con determinado altísimo directivo en Catalunya de una empresa estatal de radiodifusión para que éste intercediese en favor de su imagen y la de su gobierno (imagen mancillada según Martí y Cinca desde que explotó el caso BPA) con el grupo Godó para que desde España “se cuidara” la imagen y reputación de unos dirigentes andorranos bajo sospecha de muchas cosas, entre ellas de haber tenido sociedades panameñas o de tener contacto con eso que se da en llamar diamantes de sangre? ¿Hubo ese contacto? ¿Se puede explicar? o ¿corremos el riesgo de que nos cierren la boca a golpe de querella?
La obligación de la prensa libre es explicarlo siempre que la información sea verídica y tenga interés general (la actuación de un gobierno, por definición, siempre está en el centro del interés general).
Martí y Cinca apelan a la verdad. Y eso está muy bien. Pero ¿apelan a toda la verdad o sólo a la verdad que no les perjudica? ¿Es cierto o no que les temblaron los bigotes cuando el gran hermano americano les llamó por teléfono y les dijo que unos venezolanos muy malos y muy chavistas estaban escondiendo el dinero sisado a la empresa pública de petróleo en las cuentas de la BPA?
¿Es cierto o no es cierto que el gobierno andorrano sabía y sabe (su ministro de finanzas especialmente, por razones obvias) que las malditas operaciones de compensación atribuidas a los gestores de la BPA, como si se tratase de tipos despiadados y criminales, eran práctica habitual, extendida y reconocida en toda la banca del país?
¿Es cierto que el controlador bancario andorrano, el INAF, selló sistemáticamente con un “APTO” el balance, la contabilidad y actividad financiera de ese banco, año tras año, al no encontrar irregularidad alguna como queda acreditado en sus informes?
¿Es verdad que la primera página del sumario del caso BPA es la carta que el señor presidente envía al Fiscal General del Estado indicándole-pidiéndole-ordenándole que abriera de forma inmediata una investigación contra la entidad? “Que los americanos están que trinan y que si no nos ponemos las pilas este país se va al garete”, decía.
¿Es cierto que cada vez que en el caso Emperador se produce una desimputación, un archivo o absolución a los miembros del gobierno de Martí les cuesta tragar saliva?
Parece ser que es legal, pero…¿es necesaria la presencia del ejecutivo personado como acusación particular en el caso BPA estando ya personada la fiscalía garante de la legalidad y defensora del interés general? ¿Los ciudadanos andorranos han de gastar un sólo euro por ello? ¿Es todo esto cierto? ¿Podemos informar de ello?¿Las amenazas de querellas se transformarán en denuncias discriminadas, indiscriminadas, aleatorias, a la catalana…? Uff…
Es tan grotesco y cruel lo de “difama que algo queda” como lo de “me querello que así purgó mi imagen”. Amenazan, pero no asustan. No pueden.
La prensa tiene que enarbolar la bandera de la verdad, una verdad lícitamente obtenida y que responda a un cierto interés general. Eso sí: esa verdad se ha de poder acreditar sin duda, de lo contrario las serpientes que usan el periodismo cobrarán fuerza.
Pero cuando la verdad escueza, no valen pataletas, ni amenazas, ni huidas hacia adelante.
Este medio no ha podido confirmar si las noticias aparecidas recientemente y que relacionan al presidente Martí con una trama de soborno alrededor del anunciado casino en el Principado son ciertas o no.
Si no lo son, la prensa no puede quedar impune. Pero si lo son, Martí, en vez de buscar en nuestra lástima, su decoro, lo que tendría que hacer es dimitir y con él todo su gobierno.
Sea lo que sea, lo que pasa en este país es grotesco, cruel, sospechoso y emana un tufo de ida y vuelta que afecta y alcanza, también a los que amenazan con querellas.
No dan miedo, dan pena.