
Cuando explotó el caso Alves, Joana contrató a un abogado para que éste negociase una compensación razonable por el agravio sufrido y la modelo canaria le pidió al jugador 8.000€ mensuales para costearse el alquiler de apartamento en París
Joan Sanz todavía esposa del futbolista encarcelado, Dani Alves, lucha por lo suyo. Y “lo suyo” no es otra cosa que el resarcimiento económico que reclama por el ultraje matrimonial al que le sometió su marido en aquel lavabo de la discoteca Sutton de Barcelona.
Así pues, Joana quiere pasta. Y es tan lícito… como previsible.
Cuando explotó el caso Alves, Joana contrató a un abogado penalista de Barcelona para que éste negociase con el “imperio Alves” una compensación razonable por el agravio sufrido por la joven modelo canaria. Se acercaron posiciones sobre la base de que lo suyo con Alves ya pasó y ya está amortizado. Joana sabe que tiene que avenirse a su marido. Lo sabe porque cuando se casaron, al mismo tiempo, se firmó un acuerdo de separación de bienes redactado exactamente para dejarla como Dios la trajo al mundo ante una situación como la que ahora se ha producido. Si se divorcia él, ella cobra. Si se divorcia ella, no. Cada uno con lo suyo.
Así Joana, si juega mal sus cartas, se enfrenta a un contencioso matrimonial con todos los números de salir sin blanca, sin novio y, tras sus muchos y torpes escarceos mediáticos, sin demasiado prestigio. Ergo, sin demasiada expectativa profesional.
Mal futuro se vislumbra para Joana que, un pelín arrogante, le pidió a su sollozante marido, en la cárcel de Brians, 8.000 euros mensuales para costearse el alquiler de apartamento en París durante un mínimo de 3 años. Alves, empapado del complejo de culpa que Joana insistentemente le inocula, le dijo que sí, que lo que ella quisiera. Y Joana se vino arriba, pero abrió tanto la boca que se le cerraron los ojos. “Si pero me los tienes que dar todos de golpe”. Alves, abatido y lacrimógeno, atisbó in extremis una brizna de lucidez y le dijo que nanai, que si quería él pagaba la factura mes a mes, pero que, de eso de soltar la morterada de golpe ya se podía olvidar.
Joana empezó a dar bandazos mediáticos utilizando sus redes sociales como altavoz de su desconcierto y desesperación. Despidió de malas formas al abogado penalista de Barcelona que había contratado para “negociar” con Alves, como si el letrado tuviera la culpa de la codicia de su cliente. Lo penúltimo que sabemos de ella es que negocia una súper exclusiva con una agencia de prensa rosa.
Lo último que ha trascendido es que participó en un vis a vis (ella dice que familiar) con Alves en la cárcel, poco antes de que alguien la echase de la casa del futbolista en Esplugues. “Le ayudaré mientras pueda”, dice la modelo. Alves está en el talego, pero tiene el porvenir de pecuniario de Joana en su mano. Y ella lo sabe.
Joana tendrá que redescubrirse o alguien tendrá que redescubrirla, como hizo Alves, si quiere volver a estar en el candelabro. Dinero vil metal.