Opinión

Joana, la pobre y bella Joana

Joana Sanz by Farruqo
photo_camera Joana Sanz by Farruqo

Joana, delicada estampa de musa griega, piel de seda, labios del pecado y cabellera de corcel que galopa a cámara lenta por los recovecos de los pensamientos más húmedos.

Joana nos da pena. Pobre, bella joven, frágil e ingenua muchacha de provincia dotada de un cuerpo esculpido para ser escrutado, diseccionado por la mirada de la moda y de los que buscan en la moda consortes con pedigrí.

Alves, testosterónico y brasileño jugador de futbol, buscó y la encontró. Y se casaron y fueron felices y comieron perdices durante nueve años hasta que la tentación, para quien está acostumbrado a caer en ella, guiñó el ojo al proclive futbolero en aquel recodo VIP de la discoteca SUTTON de Barcelona.

Saltó la noticia como un fogonazo y la bella Joana se derrumbó como un burro apaleado a cuatro patas. No se lo podía creer: “Alves acusado de violación en una discoteca”, rezaba la prensa. Pero no se lo podía permitir. Quizá por ello salió en la tele como una leona, defendiendo a su consorte: “…que todas son unas frescas, que valen menos de lo que vale un chupito, que mi pobre Dani vive sin vivir en él cada vez que sale de noche”.

Pero Dani cayó en la trampa de los Mossos, fue detenido y encarcelado. A la bella Joana se le quedó cara de tonta, la cara de quien ha resultado abofeteada en su orgullo ante la audiencia pública. 

Con Dani en el talego, la princesita que vivía en “el mundo mágico de nunca jamás”, mordió el polvo del peor de los adulterios que es aquel que se escenifica con luz y taquígrafos y genera burlas y ultraje.

Consciente y herida, la bella Joana se salió de sus zapatitos de cristal y afiló su ya felina mirada. Esta desconocida Joana buscó por los cajones la calculadora que le permitiera transformar en euros cada uno de los pálpitos de su dolor. Y la encontró. Sí, la princesa otrora de sonrisa tímida y de ojos almendrados, dejó los modelitos de Armani y se enfundó el kimono de Judo para aprovechar para su beneficio la fuerza con la que le golpeaban las circunstancias. Joana contrató a un abogado para negociar el dinerito que la princesa necesitaba para mantener la casita de cristal en la que ha vivido y soñado.

El dinerito lo tiene que poner Dani, naturalmente, que para eso es un adultero empedernido, al que ni su cómplice amigo-Bruno pudo tapar lo suficiente (según las imágenes de las cámaras de la discoteca donde se produjeron los hechos) para impedir que todo el mundo viera como tonteaba y magreaba a una chica anónima a la que había invitado a champagne y que después le denunció por violación.

De Joana podría decirse que “es más zorra que bonica” (no se escandalicen, es una frase hecha que repetía mi abuela para identificar a los listillos-as) y prueba de ello es que la fuerza centrífuga del “escándalo Alves” le ha deparado un jugoso aumento de caché tanto en los eventos como en los desfiles a los que ha sido convocada.  Felicidades a la bella Joana, que ha sabido reinventarse en un plis para sobrevivir: de princesita a “loba” (las mujeres facturan). Magistral.

No sólo ha hecho lo inteligente, sino que además le ha resultado terapéutico, aunque su bandazo le va a hacer pagar un alto precio: ya no engaña a nadie. Ni está afligida, ni compungida, ni estigmatizada por lo ocurrido. Eso ya pasó, si es que algún día ocurrió. Ahora lo que importa es la pasta y, llenado el zurrón, sólo queda sacar al sol su renombrado trasero para que otro buscador de pedigrí la encuentre y la haga sentir de nuevo una princesa, aunque ya, y para siempre, sin corona.

Posdata. Bruno es el amigo-cómplice Dani. Es el que preparó a las tres chicas entre risas y lisonjas (incluida a la denunciante) para que el futbolista entrase a matar ante lo que iba a ser, como poco, un adulterio de campeonato en plena discoteca. En aquellos momentos, la madre de Joana se debatía entre la vida y la muerte en Tenerife tras una larga enfermedad. Bruno lo sabía y no parece que llamara la atención, al respecto de su conducta, al desaforado Alves. En Sutton, se observa a Bruno conjurado con su amigo (como se ha expuesto anteriormente, trataba de taparle ante las cámaras para que Dani pudiera actuar a sus anchas).

Bruno, participó activamente en el cortejo de las tres elegidas. De forma inequívoca Bruno y Alves actuaron como un equipo con el objetivo de buscar sexo y a ser posible conseguirlo de inmediato y sin demasiada complicación. Las imágenes son palmarias. Me quiere decir alguien… ¿por qué narices, Joana se apoya en el desleal Bruno para ir y volver de la cárcel cuando visita a su adultero marido y para defenderse del asedio de la prensa? ¿No les parece raro?  ¿No resulta extraña esa relación de complicidad con quién ha ayudado a su marido (por acción y por omisión) a dejarla en ridículo y a arruinarle (momentáneamente) la vida?  Joana tiene que explicar muchas cosas (¿no será que de momento no se divorciará mientras el pozo siga manando petróleo?), cuando deje de decir idioteces en Instagram.

Comentarios