
Trapos sucios y algunos limpios. Uno de estos últimos se llama Antoni Rodríguez. Es un reputado intendente de la policía de la Generalitat y hasta hace unos días, responsable de la División de Investigación Criminal (DIC). La Fiscalía le encomendó a Rodríguez investigar en 2019 a quien entonces era conseller de Interior, Miquel Buch. Existían indicios de que Buch había cometido un delito de prevaricación y otro de malversación. Y Rodríguez lo investigó. Y lo hizo tan bien, con tanta profesionalidad y eficacia, que sus mandos salieron del armario, pero no para condecorarle, sino para pedirle que levantase el pie del acelerador a lo que el intendente dijo que no.
Presiones y ayuda
Las presiones fueron subiendo de temperatura. Los mandos de la Dirección General de la Policía querían saber qué habían conseguido averiguar los investigadores de la DIC. Rodríguez, harto, pidió amparo y protección al Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) contra sus mandos. No hay precedentes de tamaña petición, ni tampoco del consiguiente auto de la sala civil y penal en el que se blindaba a este policía que, cumpliendo con su deber, estaba haciendo aflorar ropa sucia que la misma estructura del cuerpo quería eliminar.
Así van las cosas en la policía de la Generalitat.
Algunos lectores sobrecogidos por las recientes noticias aportadas por el eltaquigrafo.com en este sentido se han puesto en contacto con el medio para que supiéramos que eso qué pasa en los Mossos no pasa con la Guardia Civil y la Policía Nacional.
Y, sí que pasa, sí. En todos los cuerpos hay policías decentes, valientes e independientes, caiga quien caiga, aunque los que a menudo acaben cayendo sean ellos. Pero por encima de todos los cuerpos pulula la tentación de la manipulación y del clientelismo. El manejo de la policía como si de una juguete se tratase es propio de mentes psicópatas. Aquí y allá. Ayer y hoy.
En Catalunya se protege a concellers de sus propios policías. En Madrid la Fiscalía “te lo afina”, según decía el ministro que mandaba sobre del CNP y la Guardia Civil.
Antecedentes
Hace muchísimos años un flamante director de los Mossos tenía por costumbre enviar a aquellos jóvenes y escasos agentes (algunos de ellos ahora reputados comisarios) a buscar cintas de VHS a TV3 porque el conseller de turno quería ver en su casita tal o cual película (al titular de Economía le encantaba El Padrino).
En aquella época, se acuñó el término “mortadelos” para identificar a un grupo de mossos casi infiltrados en la policía de la Generalitat para uso y disfrute de quien fuera que tuviera el mando político en el momento. Solo Xavier Pomés y más tarde, Montserrat Tura, levantaron las alfombras y dotaron a la policía de la Generalitat de aire fresco y de unos mínimos de libertad y apoyo.
Políticos sucios . Policía sucia
Pero se ha vuelto a la andadas y no sólo en Catalunya. También en Madrid, en la sede del Ministerio del Interior. La malignidad que personifica la figura de Villarejo aparece y empieza a expandirse antes incluso de la llegada del PP a dicho Ministerio. Los dos grandes partidos españoles sabían, pues, que entre sus mandos había un grupito de patriotas dispuestos a darlo todo por la bandera y por la pasta. Sabían y asentían, que siempre es bueno tener un barrendero a mano por lo que pueda pasar.
Los Fiscales Generales del Estado han sido títeres al servicio del color político y de las necesidades coyunturales del partido o del Gobierno de cada momento. Recuerdo que un Fiscal General del Estado ordenó abrir una investigación contra una ONG por haber desviado 50 millones de dólares de su contabilidad y cuando lo echaron del cargo fue contratado por esa ONG, para que la defendiese. La Fiscalía te lo afina.
En definitiva, la cosa es que en todos los sitios cuecen habas. Aquí y allí se fabrican trapos sucios y los mamporreros, lleven estelada o la bandera constitucional, actúan con idéntica miseria y servidumbre al albor de un premio, una medalla, o simplemente porque hay gente que nace con la empecinada vocación de tragar mierda sin reparo alguno.
Pesimista, no: realista
Ayer desperté optimista porque la existencia de tipos como Antoni Rodríguez en los Mososs, y otros admirables policías nacionales y guardias civiles en sus receptivos cuerpos, eran una buena noticia. Una especie de alivio o de esperanza. Hoy, sin embargo, al ver la repercusión de la noticia, me he levantado gris, como el día, y este artículo me está dejando un gusto amargo en la boca. Ni optimismo, ni pesimismo: me da a mí que esa amargura es el sabor de la realidad.