Opinión

Las mujeres tienen derecho a “desear”, no sólo la posibilidad de “consentir”

Ilustración de Pepe Farruqo para eltaquigrafo.com
photo_camera Ilustración de Pepe Farruqo para eltaquigrafo.com

Las mujeres no deberían de conformarse con la posibilidad o, incluso, con el derecho a consentir una aproximación sexual.

Reivindico en estas líneas el derecho de las mujeres a desear, es decir, no a ser comparsa, ni mera receptora de un envite sexual por educada y respetuosa que sea la propuesta. Propugno el deseo frente al consentimiento.

Las mujeres no son objetos inanimados de escaparate. No deberían de ser sujetos pasivos al albor de una masculinidad dominante, subyacente, cuyas raíces ancestrales que parecían marchitar están siendo abonadas por la ultraderecha con la cómplice equidistancia de la derecha.

No habrá igualdad sin libertad y la libertad de las mujeres pasa necesariamente por la posibilidad de la iniciativa y de la pro actividad para liderarlo todo, especialmente sus deseos y sus anhelos incluidos aquellos que alberguen o tengan como finalidad la sanísima rienda suelta a una sexualidad concebida  ésta en todas sus múltiples y poliédricas acepciones para el mejor disfrute de cada cual.

¿Qué coño es eso de consentir?, ¡como si consentir no fuera obvio!

Las mujeres, no nos dejemos enredar, tienen, por si mismas,  derecho a elegir, a desear, a construir, a liderar sin tutelas ni asentimientos todo aquello que dependa y afecte a sus vidas sin necesidad de ninguna aprobación, ni de ningún marco previo pactado, ni de ninguna generosidad impostada procedente del patriarcado 'testosterónico'.

A una chica en Pamplona, unos tipos engominados la vejaron entre risas porque ella simplemente fue un objeto intimidado, (un objeto casi inerte), de la perversa supremacía de ellos.

A la agente de la Guardia Urbana condenada por el asesinato de su compañero sentimental se la ha juzgado bajo el prisma de ser una mujer mata-hombres, cuyos amoríos y relaciones (muchas, demasiadas, en base a los estándares judeocristianos), la acercan, según rezuma la sentencia, a la comisión de grandes delitos.

A Andrea Pita le mataron a su padre porque le dijo a su novio maltratador que no podía más y que iba a salir de entre sus garras. El novio quemó vivo al padre de ella. Conmigo o sin mí.

A la mujer violada por la manada de Manresa se le preguntó durante el juicio si, mientras la iban agrediendo por turnos, “cerró” suficientemente las piernas para impedirlo.

Ahora hemos sabido que unos tipos primero contactaron, luego narcotizaron y más tarde sodomizaron a una adolescente en Igualada con la impunidad que arropa al poderoso cuando éste sabe que puede cebarse con el inferior. Y en esta sociedad, una mujer es un ser inferior.

No, no es suficiente con el derecho a consentir. Ni siquiera es suficiente la igualdad. Se precisan cambios radicales, en lo estructural y en lo educacional, que pasen muy por encima del “la”, “lo”, “le”. Cambios que, de implementarse, tendrían una expectativa a medio o largo plazo. Justamente por ello, por lo urgente de la situación, propongo ahora un periodo de discriminación positiva para con la mujer en el terreno gubernativo y penal. Sí, discriminación positiva en contra del patriarcado, pero siempre y cuando ésta se conquiste y no se trate de una concesión graciosa de la masculinidad dominante. De ser así, sería un nuevo regalo envenenado.

Cambios radicales desde las barricadas. Estáis en una contienda. Ni un paso atrás ni para coger carrerilla. No aceptéis regalos, ni limosnas. Tomadlas por la fuerza que a ellos les sobra el dinero…

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