Opinión

Maldita huelga de hambre

Una huelga de hambre es una cosa muy seria. Las que deciden dar ese paso suelen ser personas desesperadas dispuestas a llevar al límite su salud en un pulso siempre desigual con quien resulta ser el responsable de su situación, normalmente injusta. No suelen ir de farol.

La huelga de hambre protagonizada por Rull, Turull, Sánchez y Forn merece un respeto. Por varios motivos.

Porque con la salud no se debería jugar y ellos, además, lo hacen poniéndola justo al lado de las pocas fichas que les quedan en esa partida de póker que les enfrenta al estado español.

Respeto, porque la cosa va en serio y los huelguistas han envuelto con un manto épico (quizá inútil, pero épico que es lo apropiado para anidar en la historia), una conducta cargada de dignidad: su comparecencia ante unos tribunales hostiles en los que no creen y que por demás, les han llevado a la cárcel.

En contrapartida tenemos a un grupo de fugados-exiliados que se duchan caliente dos veces al día, que comen cuando les apetece aunque eso si, como dijo en una entrevista radiofónica el considerado como peor conseller de Sanidad de la historia reciente de la Generalitat, Antoni Comín: “…exiliados con un inmenso sacrificio personal?”.

¿Inmenso sacrificio, sr Comín?. Y entonces… ¿cómo se ha de calificar el sacrificio de los presos? ¿Y el de los presos en huelga de hambre?.

La huelga de hambre evidencia sobradamente que hay quien se toma en serio la independencia y quien resopla timorato abrazado a la bandera y farfullando “a mi que me registren”. La historia un día hablará claro al respecto y lo hará en términos de valentía y cobardía poniendo a cada uno en su lugar. Todo llegará.

“En contrapartida un grupo de fugados-exiliados se duchan caliente dos veces al día, comen cuando les apetece… eso sí, con un inmenso sacrificio personal”

Mientras tanto la gente (independentista o no) va a caballo de las noticias (quizá sería mejor hablar de “a caballo del relato”) que difunden unos y otros, todos desde la agitación y la propaganda dependiendo de la bandera que les dopa.

Una de esas noticias, en este de caso procedente del amplificador secesionistas, se ha vendido como un nuevo gesto de aquellos que saben gesticular y hace de ello el método. No en vano, al independentismo le encanta (y por dios que le ha sido rentable) jugar con lo emotivo, la gestual y lo simbólico como si se tratase de carbón activado al que lanzar a paladas en la calderas del procés.

El Presidente de la Generalitat, Quim Torra, con su flema sacerdotal y su inconsistencia política y personal, ha movido ficha ante el quiebro de sus dignos correligionarios que están empezando a dejar su vida por la causa desde el talego.

Atención: suspende los canapés de los aquelarres y festejos gubernamentales. ¡Chim Pum!. Y hay quien le ha aplaudido y glosado. Increíble.

Y la gente (independentista o no), lo compra casi sin inmutarse, como si el pueblo hubiera ya perdido su capacidad de sorpresa, narcotizado tras reiteradas oleadas de agitación simbológica, que en el caso “canapé”, sólo puede calificarse de auto- ridículo, patético, bochornoso y atentatorio contra la inteligencia.

A todo esto, las calles llenas de estudiantes, médicos, bomberos y funcionarios cabreados por el desgobierno y la desatención. Un gobierno por la independencia, lo ha de ser (sino, lo suyo sería traición), pero un gobierno ha de gobernar y dejar de hacer payasadas simbólicas tomando por idiotas al personal que es la única respuesta que se les ha ocurrido ante esa maldita huelga de hambre protagonizada por unos hombre dignos.

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