
¿Creemos todo lo que vemos u oímos? Seguramente no, pero quizás sí lo hagamos cuando lo que nos dicen guarda similitudes con lo que pensamos y nos identificamos. Sin embargo, este vago criterio al que solemos recurrir inconscientemente a la hora de discernir cuándo creer algo y cuándo no hacerlo puede jugarnos una mala pasada, sobre todo si nos dejamos autoengañar. La teoría de disonancia cognitiva refleja las trampas que nuestra mente teje en nuestra contra, aceptando la mentira como una verdad.
Y aunque situaciones como estas ocurren a diario, no es menos cierto que en muchos otros casos preferimos actuar faltando a la verdad a sabiendas de las graves consecuencias que ello conlleva, aún más cuando quien lo hace es un medio de comunicación o profesional de la información.
No puedo dejar de mencionar la reciente polémica que se ha desatado con el descubrimiento de unos audios entre Villarejo y Antonio García Ferreras, la cara visible de ‘Al Rojo Vivo’, y entre el ex comisario y la presentadora Ana Terradillos. Ambos, reputados periodistas con una extensa trayectoria profesional a sus espaldas, se han dejado cegar por la ambición y el afán de protagonismo para dar una primicia que tiempo después se ha demostrado ser totalmente falsa. Perder credibilidad es lo peor que le puede ocurrir a un periodista y es del todo inaceptable que se haga recurriendo a medios y fuentes ilícitas.
¿El fin justifica los medios?
Siempre me ha parecido una pregunta de lo más interesante y si la trasladamos al terreno de lo periodístico cobra aún mayor sentido. En periodismo, no todo vale. Sacar a la luz la verdad trae sus consecuencias, pero es intolerable permitir que informaciones falsas y convenientes para ciertos sectores adquieran relevancia y acaparen titulares, relegando a un segundo plano al resto de noticias.
Pero puedo entender que este pudor y rechazo no sea para todos. Cuando nos sentimos arropados, el criterio de ética y responsabilidad social se desvanece, perdiendo por completo la capacidad de decidir y valorar las consecuencias de publicar una información falsa, datos sin contrastar o que escapan del mero objeto informativo.
La ética y moralidad de cada uno debería ser suficiente para evitar prácticas como las ya ocurridas. La supervivencia del periodismo pasa por la responsabilidad de los medios y de quienes ejercen esta profesión que, desgraciadamente, queda manchada por prácticas corruptas que salpican a quienes la ejercen con ética, honradez y humildad. Sin moral no hay criterio y sin criterio no hay verdad que valga.