
Ser periodista nunca había sido tan fácil. En los tiempos que corren casi cualquiera con un dispositivo en sus manos es capaz de convertirse en comunicador y acercar al mundo historias que antes cogían polvo o ni siquiera llegaban a brillar. Hay quienes dicen que el periodismo es la profesión más bonita y yo que me dedico a ello no voy a decir lo contrario, no solo porque estoy convencida de ello, sino también porque ser periodista es llegar a donde muchos no pueden, es tener la oportunidad de conocer y destapar lo que otros intentan ocultar, de contar historias que emocionan, de crecer gracias al calor humano de quienes hacen posible tú trabajo y de aprender mientras descubres que en el fondo casi no sabes nada porque como dijo Mario Benedetti: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”.
No es oro todo lo que reluce
Y así es. Pero a pesar de todo amamos nuestro trabajo. Tanto es así que muchos incluso llegan a pagarlo con sus propias vidas. No puedo pasar por alto el asesinato de los periodistas David Beriain y Roberto Fraile en Burkina Faso en el mes de abril. Esa triste noticia que nos conmocionó a todos es el vivo reflejo de que el oficio del periodista va mucho más allá de la noticia. Largas e intensas jornadas, momentos de excesiva carga laboral que acarrean periodos de estrés y ansiedad, precariedad laboral e intrusismo profesional, divorcios, desempleo, amenazas y chantajes, detenciones e incluso la muerte, son solo algunas de las muchas monedas de cambio que pagamos quienes nos dedicamos a esta profesión.
El último informe anual publicado por Reporteros sin Fronteras bate récords y ha anunciado que en 2021, 488 periodistas fueron detenidos en todo el mundo, cifras que duplican las del pasado año y a las que se suman el número de fallecidos, siendo un total de 46. Por suerte nuestro país no está en el top 3 de los más peligrosos, posiciones que en cambio sí ocupan Birmania, Bielorrusia y China. Ser y ejercer el periodismo en estos territorios lleva aparejado el riesgo de sufrir detenciones arbitrarias, ser encarcelado y desaparecer del mapa. De hecho, “el 65% de los periodistas asesinatos fueron deliberadamente señalados y eliminados” según apunta el informe.
Las cloacas del periodismo
Y es que no siempre conviene que la verdad salga a relucir. Hay quienes invierten grandes esfuerzos en complicar más nuestro trabajo, como si de por sí no lo fuera ya, para seguir ocultando quienes son y así mantener una falsa apariencia de cara a los demás. Y a mí que me apasiona el mundo de la investigación no puedo dejar de pensar en la cantidad de mierda que un buen periodista puede llegar a destapar y por eso admiro a quienes lo hacen. Así que quiero acabar estas líneas agradeciendo la labor de muchos compañeros que con ilusión, ética, responsabilidad y compromiso afrontan a diario una profesión que, aunque no siempre sea valorada, sigue siendo muy necesaria para nuestra sociedad.