
El repunte de mujeres asesinadas por sus parejas y exparejas ha hecho saltar de nuevo las alarmas. Pero ante la incertidumbre sobre cómo manejar la situación, se suma el hecho de que no todas las víctimas pueden beneficiarse de medidas como los dispositivos de control telemático.
"Ninguna mujer con protección telemática ha sido asesinada”, un mensaje contundente que lanza la vocal de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, Inmaculada Poveda. El repunte de mujeres asesinadas por sus parejas y exparejas en el mes de diciembre y el comienzo de este nuevo año ha hecho saltar de nuevo las alarmas y los poderes públicos centran sus esfuerzos en implementar medidas que frenen el número de casos. Los dispositivos de control telemático de medidas y penas de alejamiento son una alternativa, aunque no para todos.
Hace unas semanas leía estupefacta la noticia por la que una mujer, denunciada por su expareja por acoso, se libraba de la pulsera telemática al ser una medida prevista solo para hombres. La mujer había quebrantado, en numerosas ocasiones, la orden de alejamiento, había rayado el coche de su expareja e incluso había llegado a provocar un incendio en su garaje. El juez, ante los hechos, y con el apoyo del fiscal, no dudó en aplicar la implantación del dispositivo telemático, pero de poco le valió porque tuvo que rectificar de inmediato al enterarse de que esta medida únicamente está prevista para mujeres víctimas de violencia de género.
Todos somos víctimas
Desde luego, no podemos obviar que los casos de mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas es un asunto a tener en cuenta y que de ningún modo podemos pasar por alto. Sin embargo, no puedo entender que cuando la víctima es un hombre minimicemos los esfuerzos por protegerlo. Entendamos que hay acosadores y acosadoras, maltratadores y maltratadoras y que sus víctimas, independientemente de que sean hombres o mujeres, no merecen un trato desigual y menos aún que les neguemos auxilio cuando lo solicitan. Tan duro puede ser para una mujer que un hombre la siga allá donde va, la controle, la amenace y coaccione, como que un hombre no pueda seguir con su vida porque su expareja haya decidido hacerle la vida imposible. Quizás el impacto social no sea el mismo en uno u otro caso, pero sí sus consecuencias.
El daño y el mal desconocen de género y no podemos intentar encuadrarlos en hombres o mujeres. Si somos capaces de intentar entender el calvario por el que pasa una mujer víctima de violencia de género, deberíamos hacer un esfuerzo por intentar posicionarnos también en la piel de aquellos hombres que sufren la misma situación a manos de sus parejas o exparejas. Aunque el número de víctimas no sea del mismo alcance, los hombres víctimas de malos tratos, acoso y vejaciones también merecen nuestro apoyo y no el de una sociedad que les da la espalda.
No hay peor ciego que el que no quiere ver
Mientras tanto, la polémica ley del “solo sí es sí”, impulsada por la Ministra de Igualdad, Irene Montero, sigue contemplando nuevos supuestos que se beneficien de esta medida, pero no para incluir a hombres, sino para que víctimas de violencia sexual también sean tenidas en cuenta.
Poco se seguirá hablando de este caso, pero si seguimos ignorando lo que está ocurriendo inevitablemente acabaremos construyendo una sociedad que lejos de encontrar la igualdad, terminará confrontando a hombres y mujeres por el simple hecho de serlo.