
Hace cierto tiempo, acudió a nuestro centro una familia residente en la provincia de Barcelona preocupada, según manifestaron, por el fracaso persistente en los resultados escolares de su hijo de 15 años de edad, con escaso rendimiento escolar derivado de sus trastornos de atención.
Al examinar el medio familiar, no se apreciaron alteraciones de conducta significativas, a excepción de una acusada dependencia de la madre del paciente hacia su propia madre, produciéndose, por tal razón, discrepancias educativas entre la madre y la abuela del muchacho. En cierto aspecto, el padre se desentendía, de una forma más o menos evidente, de la educación del muchacho.
Así mismo, el joven tenía una hermana, algunos años mayor, cuyo rendimiento escolar era altamente satisfactorio, lo cual, sin duda, incrementaba el sentimiento de frustración por parte del muchacho, cuyos padres le recriminaban repetidamente su fracaso en los estudios.
En la entrevista efectuada, se observó una actitud reservada, poco locuaz, con sentimientos de fracaso, tendencia a la tristeza y expresiones de rechazo o negación.
El estudio electroencefalógrafico fue totalmente normal, sin haberse efectuado bajo sueño.
El estudio neuropsicológico puso en evidencia, en síntesis, un nivel de inteligencia de cociente 120 —el normal oscila entre 85 y110—, factor que hizo valorar que el fracaso estaba ligado a la pobreza lingüística, acompañado, además, de las dificultades que presentaba, a su vez, en las relaciones sociales, junto con la escasez y mala adaptación emocional
El estudio espacio-temporal puso en evidencia la existencia de un fracaso en este campo, al presentar una gran incapacidad de análisis y percepción visuoespacial, al mismo tiempo que las pruebas de atención pusieron de relieve su incapacidad en ésta función.
Las pruebas de estudio conductual revelaron un lenguaje escueto, sin mostrar interés en la exploración, haciéndose más evidente, quizás, en la exploración de sentimientos y vivencia de relaciones, negando totalmente su colaboración cuando se intentaba que compartiera sus dificultades. Se pudo apreciar claramente la existencia de sentimientos de inferioridad e inseguridad y, a su vez, dificultad adaptativa en el medio familiar.
No repitió ningún curso y, según la escuela, era un muchacho muy introvertido; en sus antecedentes destaca la existencia de encopresis (incontinencia fecal) en su corta edad, que se resolvió, según nos manifestaron, con psicoterapia.
Ante tal situación, se diagnosticó un trastorno complejo. Por una parte, se detectó un trastorno de atención claro, asociado a un déficit de lectura y lenguaje y una dependencia hacia la madre, con sentimientos de inferioridad y fracaso relacional con sus compañeros (fundamental en edad de adolescencia).
Se planteó realizar una reeducación de dislexia individualizada, como el caso requería, asociada a la administración de metilfenidato, a fin de resolver la fuente básica del fracaso escolar y la práctica de psicoterapia, con la intención de conseguir profundizar en sus déficits relacionales, que le permitieran abrirse a una valoración de sí mismo.
Finalizado el tratamiento de duración médica mantenida y de reeducación durante un año y medio, pudimos considerar, en definitiva, la existencia de un trastorno de atención (TDAH) y alteración relacional afectiva dependiente de un control y exigencia materna francamente excesivos.