
Desgraciadamente, el problema del alcohol se sitúa en el campo de las drogas, aunque una parte de la sociedad no lo considere como tal. El estudio clínico muestra que el consumo de alcohol puede crear una dependencia como droga y cierta valoración llega a considerar que, en sí misma, si hay dependencia se convierte en la droga de peor curso, por las dificultades en resolver tal trastorno.
Un 75% de la población consume alcohol de forma más o menos regular, por motivos ligados a ciertos hábitos culturales, y un 23% lo hace de forma abusiva (unas 2-3 veces más el hombre que la mujer). Cabe destacar que, en el ámbito femenino, se suele desconocer el consumo a largo plazo, ya que lo suele llevar a cabo en soledad.
Múltiples investigaciones ya han puesto de relieve el riesgo hereditario de tal trastorno, exponiendo la existencia de un vínculo genético frente al consumo de alcohol, dado que, en muchos casos, los descendientes de la persona alcohólica presentan una cierta vulnerabilidad.
Aunque el consumo de alcohol, en su inicio, cuando no se ha establecido una dependencia, es un factor estimulante, una vez existe abuso, puede provocar irritabilidad, disminución de la concentración, pupilas agrandadas, trastornos de la marcha, etc. y, en el caso de intoxicación grave, conlleva depresión respiratoria, hipotensión e hipotermia, seguidos de estupor e incluso podríamos llegar a coma y muerte.
Así, pues, es cierto que no todos los bebedores tienen el riesgo de enfermar, pero sí que una tercera parte de quienes consumen alcohol con cierta regularidad pueden padecer la dolencia y entrar en situación de difícil resolución médica.
El nivel de alcohol en sangre se mide en gramos por ciento o miligramos por cien mililitros (mg/dl). Cuando no se produce intoxicación ante a unos niveles de 100 mg/dl, se demuestra la tolerancia del individuo frente a su consumo y provoca la sospecha de una dependencia alcohólica. Al ser consciente de la enfermedad e intentar la sobriedad, el sujeto puede presentar los síntomas de abstinencia típicos de cualquier droga, que aparecerán tras las cuatro y las 24 horas de su supresión, llegando a su grado máximo en las 36-48 horas posteriores, pudiendo mantenerse durante cinco días.
En esta fase, el alcohólico puede presentar temblor, sudoración, taquicardia, náuseas, vómitos, alteraciones gástricas y un estado más o menos acusado de agitación y confusión mental, acompañado de alucinaciones, que pueden aparecer entre las 24 y las 96 horas de abstinencia. El conocido como delirium tremens aparece entre las 24 y las 72 horas.
Por otra parte, existen las crisis de abstinencia que aparecen tras las seis y las 48 horas de haber suprimido el consumo de alcohol, y se manifiestan en alrededor de un 5 al 10% de los pacientes, disminuyendo, en general, a las 6-12 horas, aunque en algunos casos puede causar crisis epilépticas de gran envergadura.
La enfermedad de Alcoholismo se acompaña de múltiples alteraciones que afectan a diversas partes del organismo; a nuestro criterio, deberíamos remarcar como esenciales los trastornos gastrointestinales (entre ellos, las gastritis y la hepatitis alcohólica), neurológicos (síndrome de Wernicke-Korsakoff o encefalopatía), cardiovasculares (hipertensión y determinados tipos de cardiopatías), pulmonares (mayor incidencia en tuberculosis, bronquitis, enfisemas, etc.), hematológicos (macrocitosis o agrandamiento de los glóbulos rojos a causa de la toxicidad del alcohol) y endocrinos (inhibición de la producción y funcionalidad de los glóbulos blancos, neutrófilos y linfocitos, a la vez que supresión de los niveles de testosterona en los hombres e irregularidad en la menstruación de las mujeres, entre otros ). Todo ello pone de manifiesto que es evidente que el consumo de alcohol afecta a cualquier parte de nuestro organismo de forma más o menos directa y con mayor o menor gravedad.
Muy a menudo, a causa del hábito social, no detectamos la dependencia existente en un familiar o conocido, por lo que no podemos interferir para conseguir el inicio de un tratamiento para remediar la situación. Cabe destacar que el bebedor en demasía suele ser honesto, si no se siente juzgado por el profesional. Éste debe limitarse a ser informado, sin acusarle y siendo el primer paso la elaboración de la historia clínica y el examen físico. El alcohólico suele presentar unos signos comunes evidentes como cara enrojecida, distensión abdominal, alteración del equilibrio, adormecimiento de los pies y agrandamiento del hígado (hepatomegalia).
Aunque existen pruebas de laboratorio para determinar el abuso y dependencia del alcohol es más efectivo el cuestionario verbal al sujeto que, con su actitud, deja ver a las claras su grado de dependencia y abuso.
En el caso del alcoholismo en mujeres embarazadas, debe destacarse la afectación de esta droga en el feto, siendo las primeras semanas de gestación, las que presentan mayor vulnerabilidad para el mismo. Se desconoce la dosis mínima que podríamos considerar como nociva para el feto, si bien la probabilidad de que esté presente un síndrome alcohólico va directamente ligado a la ingestión por parte de la madre. Este bebé, puede presentar tamaño reducido, retraso mental y determinadas alteraciones provocadas por este consumo excesivo materno durante su gestación.
Habitualmente, el 50% de los pacientes con alteraciones por abuso de alcohol presentan, como mínimo, un trastorno de tipo psiquiátrico. Uno de los más frecuentes se observa en el 84% de los individuos con personalidad antisocial, a la vez que el 32% de sujetos con trastornos graves del humor también suelen ser consumidores abusivos de alcohol.
Debemos tener presente que el abuso de alcohol, aun después de haber interrumpido su consumo, puede conllevar la persistencia de ciertos trastornos psiquiátricos, siendo crucial la evaluación de los mismos después de un periodo de abstinencia.
La retirada del alcohol conlleva un mayor o menor grado de excitabilidad y, si bien algunos pacientes son capaces de sufrirlo sin medicación, la mayoría de ellos requiere administración de sedantes. Es necesario tener presente la enorme frecuencia de recaída Solo en casos muy severos se procederá a su ingreso en unidades de tratamiento dual, donde el paciente alcohólico será tratado adecuadamente por clínicos especializados en esta patología. Posteriormente, pasarán a los programas sin hospitalización —que son los mas comunes—, consistentes en un tratamiento intensivo con manejo de la medicación, grupos de apoyo y psicoterapia, en algunos casos, aunque determinados individuos no se sienten identificados con los demás participantes del grupo de apoyo y prefieren una atención personalizada.