Opinión

El cinismo de Europa

Opinión de Gerard Bertran para eltaquigrafo.com
photo_camera Opinión de Gerard Bertran para eltaquigrafo.com

Vladímir Putin lanza sus zarpas sobre Ucrania y la mayoría de ciudadanos europeos, aquellos para quienes por la suerte de nuestro nacimiento la guerra es algo que nos queda muy lejos, experimentamos un escalofrío al ver más de cerca al monstruo, un monstruo de varias cabezas y cuernos de demonio y largos tentáculos con quienes muchos y en muchos lugares a lo largo y ancho del globo conviven a diario. Durante el siglo XXI, salvo algún conflicto puntual (Macedonia en 2001 o Ucrania en 2014, entre otros), no ha habido en suelo europeo una guerra propiamente dicha, por lo que lo sucedido en los últimos días nos golpea especialmente.

No voy a entrar a valorar los orígenes del conflicto en Ucrania. Tampoco a profundizar en el súmmum de los colmos que representa el hecho de que Estados Unidos parezca ahora el bueno de la película, ni a remarcar la obviedad de que la guerra en el resto del planeta nunca se ha detenido (la hay actualmente en Siria, en Yemen o en Somalia, por citar solamente algunos ejemplos). Sí voy a mencionar que, en lo tocante a la Unión Europea, lo que distingue a la situación de Ucrania de otros conflictos es el anuncio de activación de la directiva de protección temporal para los refugiados, una medida histórica.

Esta medida, cuya aplicación no ha sucedido nunca antes, tendrá la función de ofrecer protección a las personas provenientes de países en conflicto (es decir, Ucrania), en particular en materia de permisos de residencia y de acceso a la educación y al mercado laboral.

Ante esta situación, la pregunta se hace obligatoria, aunque no es necesario formularla: ella sola prende y arde por combustión espontánea, envolviéndonos a todos con una sombría lumbre de ignominia. ¿Por qué no sucedió lo mismo con las personas que huían de la guerra de Siria? ¿Qué distingue a un sirio de un ucraniano para que aquellos no gocen del mismo trato? ¿Es la cercanía geográfica? ¿La religión? ¿El color de la piel?   

En un momento como este conviene recordar que en el año 2016 entró en vigor el llamado Acuerdo UE-Turquía, que a la postre se traduce como una limitación de la migración hacia Europa vía su frontera oriental: la UE desembolsaba 6.000 millones de euros a Turquía y esta se comprometía a quedarse con los migrantes irregulares que llegaran a la isla griega de Lesbos, cerca de su frontera. Y en la teoría, por cada sirio devuelto a Turquía, los estados miembros se comprometían a reasentar a otro sirio, algo que no se ha cumplido ni de lejos. Actualmente, en Turquía hay varios millones de refugiados sirios, muchos de los cuales han terminado en la miseria por su condición de sinpapeles.

¿Qué nombre podemos darle a esta cínica conducta que no sea el de racismo institucional?

En palabras de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: “Europa está a la altura de las personas necesitadas de protección. Todos los que huyen de las bombas de Putin son bienvenidos en Europa. Ofreceremos protección a las personas que buscan refugio y ayudaremos a quienes buscan un hogar seguro”.

Y en palabras de la comisaria de Asuntos de Interior, Ylva Johansson: “Estoy orgullosa de cómo la UE y los Estados miembros están prestando apoyo inmediato a quienes escapan de los terribles desastres de la guerra. Con las propuestas de hoy, dotaremos a los Estados miembros de más capacidad para gestionar esta crisis de forma ordenada y eficaz. Concederemos derechos de residencia, acceso al mercado laboral y vivienda a las personas necesitadas y, por último, con las directrices nos aseguraremos de que las personas que huyen de la guerra en Ucrania puedan llegar rápidamente a la UE sin pasar por largos trámites en las fronteras”.

El cinismo es insoportable. No hace falta añadir nada más, salvo celebrar no haber nacido en Siria o en Ucrania (o en Yemen o en Somalia…). 

Comentarios