
No hace muchos días, coincidiendo con el inicio de la guerra en Ucrania, corría por las redes un meme en que podía verse el conocido cuadro de Gustave Courbet El origen del mundo, un primer plano de la vagina de una mujer anónima con, a su lado, una versión del mismo cuadro que representaba los órganos genitales masculinos. Su lema, en esta ocasión, rezaba El origen de la guerra, una alusión más que diáfana al hombre como origen de la brutalidad armada.
Hombres son quienes han liderado casi todas las guerras igual que hombres son quienes lideran esta en concreto. También hombres son quienes en estos días se acercan a las fronteras de Ucrania para aprovecharse de la situación de indefensión de mujeres que huyen de la guerra. Estos miserables buscan arrastrarlas a Alemania o Países Bajos, donde la prostitución es un ámbito regularizado y, por tanto, legal, para atraparlas en sus redes y explotarlas sexualmente, otra forma más de la violencia criminal masculina.
Hombres son los autores de la mayoría de delitos y crímenes a lo largo y ancho del mundo, le pese a quien le pese, especialmente aquellos delitos más violentos o aquellos considerados no menores. Hombres son quienes se lanzan objetos en campos de fútbol, quienes se matan a golpes en campos de fútbol. Hombres son quienes forman parte de pandillas y bandas criminales. Hombres son quienes violan, ya sea a solas o en grupo. Hombres son quienes prostituyen y hacen uso de la prostitución.
Hombres son, en definitiva, quienes más y más violentamente delinquen.
Pese a estas evidencias, los motivos de esta mayor tendencia a la criminalidad y la delincuencia por parte del género masculino no están claros. Algunas teorías se basan en un bajo nivel de autocontrol, elemento asociado en los estudios directamente con la criminalidad. Otras se cuestionan directamente la importancia de la testosterona. También las conductas antisociales, especialmente en la infancia y en la adolescencia, constituyen un factor de riesgo. Otras teorías explican este comportamiento por la tendencia evolutiva del sexo masculino al riesgo, así como al comportamiento violento. Por descontado, también la educación, el entorno y factores biológicos influyen en esta diferencia.
Sean cuales sean las razones, hombres mayores son quienes lideran esta guerra donde hombres jóvenes se matan y hombres, jóvenes y mayores, son quienes se aprovecharán de las mujeres que huyen de ella.
Hombres son, también, Elon Musk, Vladímir Putin y Ramzan Kadyrov, el presidente de la República de Chechenia, concretamente tres hombres maduros y con mucho poder y que se retan por las redes sociales a solucionar el conflicto entre Rusia y Ucrania a puñetazos, igual que lo harían adolescentes insultándose en el chat de un videojuego o en el patio de la escuela para resolver sus diferencias a golpes a la salida de las clases.
Dudar de que la mayoría de delitos y crímenes a lo largo y ancho del planeta los cometen hombres y que la violencia es patrimonio nuestro es como poner en duda que la sociedad no es todavía igualitaria. Incluso aquellos que recelan del feminismo no pueden, de ninguna manera, obviar esta evidencia. A la luz de los hechos, no es falaz, injusto ni falso extraer la conclusión de que, al menos para la vida en sociedad, los hombres son, en términos generales, peores que las mujeres.
Por sentido común, por necesidad, para que exista un futuro vivible, por dignidad y porque es la única alternativa, ayer como hoy: feminismo o barbarie.