
En España, dirían «liarla parda». La fase cuatro de la contingencia por el coronavirus fue decretada, en México, por el Secretario de Salud a nivel nacional. Desde el discurso, López Obrador insiste en que se «ha domado» a la pandemia al llegar a los 1.434 fallecidos. El país tiene ya 15.529 casos de contagio. Los daños colaterales ya aparecen. Uno de ellos, es la mala economía, la misma que ha pegado duro contra los 90 millones de pobres que hay por acá.
Gobernadores de diferentes estados han llevado la contraria a indicaciones sobre las mascarillas y otras recomendaciones, pero lo que realmente provocó una reacción en cadena en la opinión pública fue un acto de bondad debido al hambre que ha comenzado.
La empatía crea la resistencia
El gran fenómeno consiste en que, a los pocos días de saber que hay personas necesitadas de todo en comunidades y sectores del sur del estado de Chihuahua, a unos 800 km al sur de El Paso (Texas), los propios cárteles de drogas han salido a repartir alimentos a las cientos —quizá miles— de familias que se han topado con el inicio de una posible crisis. Estos hechos han provocado millones de comentarios en las redes sociales y los debates no se han quedado atrás.
El último golpazo mediático trata de que han colocado un narcomensaje en un rótulo que permaneció atado y suspendido en lo alto de un puente para peatones, en una avenida periférica de la ciudad de Parral.
El mensaje se dirige al Teniente Coronel, Roque Ruíz Flores, responsable del 76 Batallón de Infantería, porque personal bajo su mando, decomisó a las mismas personas sin recursos, parte de la ayuda humanitaria recibida en las viviendas de algunas zonas marginadas de la mancha urbana.
Además, se notificó en varios telediarios que, viajando por caminos de tierra, a algunas áreas rurales llegan vehículos repletos de sicarios armados a tope, pero no para realizar tiroteos ni atracos, sino que entregan ayuda humanitaria en las propias manos de cada persona.
Sin ningún tipo de interés, ofrecieron alimentos para muchas familias, mientras que el Gobierno, ni la nariz había asomado por ahí.
¿Entonces, quiénes son los malos?
Las imágenes empezaron a hacerse públicas en medios digitales: fotografías de los sicarios uniformados con ropa de camuflaje, armas de última generación, equipos de radiocomunicación y cascos tácticos.
Todos ellos entregaban bolsas de plástico transparente que contenían latas y artículos de primera necesidad; bolsas rotuladas con el retrato del fundador de Al Qaeda, Osama bin Laden, porque así llaman al líder de esta organización, conocida como «La Gente Nueva», brazo armado del cártel de Sinaloa, anteriormente bajo el mando de El Chapo Guzmán, encarcelado en Estados Unidos. Dicho grupo delictivo opera en varias localidades y estados de la república mexicana.
Sin mono rojo ni ‹Bella ciao›
El narcomensaje terminó de prender en llamas en los medios de comunicación, por la supuesta acción de los militares al servicio del Estado, a quienes este poderoso cártel lanzó el reto de ser ellos quienes ayuden a las personas que se encuentran sin trabajo, sin comida y sin la posibilidad de dar lo mínimo a sus hijos recién nacidos; a ancianos enfermos postrados en cama, algunos de ellos en soledad; pero sobre todo, a esos cientos de niños que están clamando un poco de pan.
Ya se dijo en la mundialmente famosa serie española La casa de papel: «¿Qué pesa más, el amor o la muerte? ¡Pesa más la vida!»