
Con un tono de voz firme, dio todo tipo de detalles sobre la forma en la que un grupo de delincuentes la privó de libertad en Ciudad Juárez. Por aquel entonces, se vivía un período de violencia creciente, que parecía no tener fin. La ciudad pasaba por una crisis de seguridad que se veía reflejada en los sucesos diarios de orden criminal. Sin el más mínimo titubeo la joven empezó a relatar su historia de vida y desde lo más sensible de su alma pronunció las primeras palabras. Era una mujer de mirada serena, con unos ojos de un brillo especial, de cabello rojizo y con expresión de dureza y fortaleza indescriptible.
“Me secuestraron y estuve varios días amarrada de pies y manos en una casa de seguridad, mientras negociaban mi rescate. Siempre pensé que todo estaría bien. Mis secuestradores necesitaban el dinero del rescate, pero en lo más profundo de mis pensamientos nunca descarté la posibilidad de que me pudieran matar. Desde el momento en que me capturaron, hice todo lo posible por colaborar y portarme bien, no darles la menor molestia para que no me hicieran daño.
En esos años Juárez comenzaba una etapa terrible por la violencia entre los cárteles de la droga, el desempleo, la marginación y lo que nos sucedió a muchas familias: el secuestro y la extorsión. Mi familia se ha dedicado de siempre al comercio, en especial mi padre, que lleva más de 30 años en el gremio.
Mis padres han trabajado duro para lograr de manera honesta lo que hoy tenemos, somos gente trabajadora, en nuestro local hay personas trabajando desde las 5:00h de la mañana. Y, de hecho, en muchas ocasiones yo salía de la escuela y aún con el uniforme escolar ayudaba a mis padres y a mis hermanos en los quehaceres de nuestro negocio. No fue nada fácil, pero recuerdo esa etapa con gran amor y respeto por el esfuerzo que hemos hecho como familia.
Mi madre ha sido una pieza clave para nosotros, ella nos enseñó a creer y sobre todo a vencer obstáculos de la vida. Por mi hermana siento un especial cariño, la admiro y ella representa para mí la objetividad y la madurez. Por mi hermano siento una admiración enorme. Con él me siento protegida, nos trasmite siempre la energía para levantarnos después de cada error.
Durante mi privación me cortaron los dedos pulgares de cada pie, quizá para presionar a mi familia y causar terror. Tuve que escribir una carta para pedir el dinero del rescate, pensaba mucho en lo triste que estaría mi familia, en especial, en mi madre. No tenía sentido del tiempo, a mi alrededor escuchaba un televisor encendido, permanecía sentada, en ocasiones acostada… No sé cuántos días estuve cautiva. Lo que más me desgastaba era la cuestión mental, más que el dolor físico de las torturas que me estaban haciendo en ese momento.
Recuerdo que cuando comenzó todo me daba la percepción de que se trataba de algo mal planeado, improvisado y hasta en cierto punto una cuestión de novatos. Durante el trayecto pude intuir que el auto se les quedó sin combustible, pero siempre traté de estar lo más calmada posible.
Como víctima, hoy sólo puedo pensar en que todo eso fue una gran oportunidad para valorar aún más mi vida, mi familia y, sobre todo, la posibilidad de ayudar a quienes han vivido lo mismo que yo. Queda muy claro que las autoridades en México dejan mucho que desear ante las necesidades de nuestra sociedad. Sin embargo, a día de hoy contemplo todo lo sucedido como una lección de vida, que me dio fuerza y me consolidó como mujer y como ser humano”.
La joven, finalmente, fue liberada a cambio de un rescate de 600mil dólares.