
No basta con la guerra que se ha sostenido por más de una década entre carteles de la droga; no basta el número de feminicidios; ahora, hay que añadir las carencias de salud y prevención por la pandemia que ha partido en dos la economía nacional. México es uno de los lugares más peligrosos para ejercer la profesión de periodista.
El caso de Ciudad Juárez
Teresa Alcocer Carmona leía la suerte de sus oyentes en una estación de radio de Ciudad Juárez, Chihuahua, al norte de México. Un martes cualquiera, al final de la tarde, la locutora, que se hacía llamar Bárbara Greco, bajaba de un vehículo frente a su casa, cuando fue asesinada de dos disparos. Pasó en la colonia «El Barreal», apenas al sur del centro de la ciudad fronteriza con Estados Unidos. Alcocer Carmona tenía 37 años.
Los motivos se desconocen, la investigación es reducida y se observa poca empatía por parte de las instituciones en el intento de querer dar solución al caso: todo ha quedado en rotundo misterio. La asesinaron la impunidad, la corrupción y la ignorancia. En medio de esta realidad traumática, estamos literalmente solos.
Más peligro que en Siria
Es importante hacer mención a que Siria ocupa el primer lugar por fallecimiento de periodistas, pero no víctimas del fuego directo, sino víctimas de coberturas de alta peligrosidad. Sin embargo, en México, los homicidios son de manera directa, como resultado de su profesión, crímenes en su más pura expresión.
Según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), a 31 de octubre de 2019, México suma 153 periodistas asesinados en 19 años, han desaparecido otros 21 y la administración con más casos fue la de Enrique Peña Nieto, con 59 comunicadores muertos.
Es notable que la mayoría de estos sucesos lamentables carecen de justicia por parte de quienes solo muestran incapacidad para encontrar solución a este terrible fenómeno de la violencia. En la Ciudad Fronteriza de Juárez, durante 2019, fueron asesinadas 276 mujeres, cifra que supone un 10,7% de los 2.578 homicidios cometidos en el estado de Chiuaua, según cifras de la Fiscalía General (FGE).
Coronavirus vs balas
Según datos periodísticos que citan a la Universidad John Hopkins (Baltimore, Maryland, Estados Unidos), en el momento de redactar este artículo, había, en todo el mundo, 487.045 casos confirmados de coronavirus y 22.038 muertes. En México, no es la pandemia la causa principal de muerte y terror, pero sí una gran cortina de humo para preguntarnos ¿por qué hacemos invisible un fenómeno detrás de otro?
De enero a noviembre de 2019, el número de personas asesinadas en el territorio mexicano alcanzó las 32.604 personas: 31.688 muertes violentas y 916 feminicidios, según datos de Aristegui Noticias. Es evidente que supera la cantidad mundial de fallecidos por la pandemia.
En este sentido, podemos deducir que la principal causa de muerte en México no es la pobreza —ni siquiera el hambre— y mucho menos las condiciones insípidas de la salud pública de Tercer Mundo; es la violencia incontrolable, causa de la seguridad desatendida por décadas, sin ninguna estrategia precisa para combatir la corrupción, y la inutilidad de un Estado que atiende un discurso bellísimo pero que, en la realidad criminológica, se desmorona por las cifras.
Narcotraficantes y crimen organizado
Uno de los líderes de los grupos de autodefensa en México, el «Doctor Mireles», como se le conoce popularmente, lleva más de diez años en la lucha. Después de haber sido encarcelado en el sexenio de Enrique Peña Nieto y liberado hace algunos meses, hace alusión a la necesidad de combatir la violencia en las comunidades más apartadas, donde se deja ver la falta de interés institucional por los más desprotegidos (responsabiliza de ello a los funcionarios o dignatarios de los diferentes niveles de gobierno).
Mireles utiliza este razonamiento: «Sería bueno que hubiera narcos en cada comunidad; son los que ayudan a construir hospitales, ayudan a la gente, hacen caminos y miran por el bienestar de su gente. El problema son los políticos, que lo roban todo. Esos son los del crimen organizado, esos sí son delincuentes de cuello blanco. La gente aún no entiende la diferencia entre unos y otros».