
Cuando el dictador Francisco Franco (tranquilos que no tengo espacio para irme tan atrás) planteaba aquello de que lo había dejado todo atado y bien atado se refería probablemente a dos cuestiones: a la sacrosanta unidad de España y a la Monarquía.
La Monarquía se le empieza a tambalear gracias a la inestimable colaboración de los Borbones, los líos de faldas y los negocios del emérito junto a las corrupciones pasan factura.
Otra cosa es lo referente a la “unidad indisoluble de España” que proclamaba el Caudillo, ahí las cosas le están funcionando mejor.
Ahí tiene un coro de voces floral y multicolor que va desde la extrema derecha que representa Vox, pasando por la derecha dura que representa el PP de Casado, la derecha “moderna” que articula Cs y la cúpula del PSOE, bajo la estrecha vigilancia de los carca-barones como Lambán, Guerra, Felipe, Rodríguez Ibarra, Bono, Leguina, etc,etc.
Todos ellos y el Caudillo tienen en común ese sentimiento patriótico-emocional sobre la España única grande y libre, que es justamente lo que les une para formar una única voz flageladora hacía los según ellos, desvaríos y excesos de una parte del pueblo catalán.
Esa parte del pueblo catalán que hace sólo unos pocos años era minoritaria y que gracias a su torpeza coral, hoy es casi la mitad de Catalunya.
Cierto es que los responsables políticos del procés en una lectura errónea de las exigencias de la calle y apretados posiblemente por la cerrazón de Madrid cuya miopía política les llevó a mutilar el estatut refrendado por el pueblo de Catalunya (todavía me produce repelús el comentario de Alfonso Guerra Presidente de la comisión que dictaminó el tema, cuando dijo entre risas “les gemos sepillao lestatú”), decidió iniciar un camino que muchos consideramos un error porque excluir a todo el que no se sintiera independentista de ese full de ruta, era dejar en el camino a quien aún compartiendo la idea de la soberanía no compartía el procedimiento.
Es con estos antecedentes que llegamos a la aplicación del 155, a la destitución del Govern, al exilio de unos y al encarcelamiento de otros y con ello a las puertas del juicio que deberá dirimir si los detenidos y exiliados son responsables de las acusaciones vertidas sobre ellos.
Yo como no soy jurista ni tampoco un mero espectador de lo acontecido, me centraré en valorar la impresión que me produce.
Y la impresión que me produce es variopinta. La primera cuestión que me planteo es, ¿está siendo justa la justicia con los detenidos?, ¿han merecido estos hombres y mujeres estar más de un año encarcelados a la espera de un juicio?,… la respuesta es un no rotundo.
Por citar un solo ejemplo trasladable a todos los demás, ¿de verdad alguien que conozca a Oriol Junqueras y su trayectoria puede creer que este hombre merece un solo día de cárcel, o puede aceptar sin indignarse que la fiscalía solicite una pena de 25 años de prisión? ¿Estamos locos?
El daño que ha producido y que todavía producirá a la convivencia en este país la despreciable cobardía que ha supuesto abordar un problema político por la vía judicial dejando el conflicto catalán en manos de una “justicia viciada de origen”, no tiene explicación razonable si no se busca en lo que para los partidos defensores de la radicalidad más extrema con Catalunya, significa esta actitud medida en términos de rentabilidad electoral.
Cuanto más duro se es con Catalunya mejores resultados se obtienen en la España profunda.
La voracidad de las acusaciones y calificativos empleados para definir lo que está pasando en Catalunya, las ruines mentiras vertidas en esa loca e irresponsable carrera para ver quién de ellos gana el título de campeón de la dureza, han propiciado esa lamentable correa de transmisión que hace que quien defienda a Catalunya y el derecho de los catalanes a decidir su futuro esté mal visto y se le penalice en España, actitud que en nada ayuda a serenar y propiciar el único camino que puede ayudar a la solución del problema que no es otro que huir del enfrentamiento y fomentar el diálogo.
Mientras tanto el juicio empezará con profundas dudas, visto lo visto, sobre si los implicados van a tener un juicio con garantías de imparcialidad.
Quizá estos días se muestre con mayor claridad y dureza la diferente situación que viven unos y otros implicados, la de aquellos y aquellas que optaron por quedarse y afrontar con valentía y responsabilidad las consecuencias de sus acciones y quienes no dudaron en poner tierra de por medio sin pensar en las gravísimas consecuencias que su huida podía tener sobre la situación de sus compañeros y compañeras encarcelados.
Por último, quienes tienen como única solución para esta tierra el castigo severo, la mano dura y el recorte de derechos y libertades, deberían pensar que la historia nos ha dado ya suficientes ejemplos acerca de que los “sentimientos de pertenencia” no se pueden eliminar por la vía de la represión, de la mano dura o de la imposición, estos permanecen ocurra lo que ocurra, es inútil: sólo es posible la vía del reconocimiento de lo diferente de la aceptación de la diversidad si lo que queremos es construir un espacio de respeto y convivencia.