Opinión

Nos hemos vuelto locos

La Opinión de Lluís Carrasco para eltaquigrafo.com
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Puede que, paseando por su ciudad, vean ustedes unos extraños almacenes o comercios de persiana bajada y llamativos colores a los que no podrán acceder como a cualquier otro establecimiento, ya que no hacen atención personal al consumidor, son los nuevos y flamantes “Supermercados fantasma”.

Les explicaré brevemente el funcionamiento: a través de una aplicación móvil o teléfono, en algún caso, usted hace su pedido e incluso antes de que acabe de exponerlo, ya se habrá activado en un supermercado físico y cercano a su domicilio todo un entramado humano corriendo despavorido por eternos pero organizados pasillos. Estas personitas van recogiendo todo aquello que usted ha seleccionado, mientras otra espera pacientemente en la puerta para correr literalmente por las calles, o en el mejor de los casos sobre una bicicleta, para hacer sonar el timbre de su casa con sus necesidades no más tarde de 10 minutos desde que acabó de realizar su comanda.

¿Les parece apasionante?¡A mí me parece una vergüenza!

Bajo la excusa barata del valor de nuestro tiempo, estamos diseñando barbaridades que aniquilan por ellas mismas el valor de la más elemental decencia en el sector de los suministros físicos y servicios puerta a puerta.

¿Qué imbecilidad es esta?¿Qué necesidad tenemos de contratar bajo estas condiciones de reparto?¿Cuál es el target o universo de consumo que reclama semejante burrada?¿Dónde queda el más elemental respeto laboral?

Demasiadas preguntas sin respuesta o mejor dicho: de lamentable respuesta. Respuestas que chocan frontalmente con la ética más básica, ¿no les parece?

Tal vez tengan curiosidad por comprobar si realmente es posible cerrar una app de pedidos alimentarios y que antes de 10 minutos, aparezcan en su casa… Ya les respondo yo: lo consiguen, pero a mi modesto parecer lo hacen no a partir del uso, sino a partir del abuso.

Y ya no les digo más, si no pueden evitar la tentación, antes de activar su smartphone, piénsenlo 10 minutos que es el mismo tiempo que emplearán a la puta carrera los empleados en librarles su pedido.

Y si les sigue haciendo gracia, tal vez la próxima vez rían más si les ofrecen ese servicio viniendo vestidos de chimpancé, aunque eso puede tener un problema, los simios podrían ser sus propios hijos.

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