Opinión

Ahora resulta que el relator era Pablo Iglesias

La Opinión de Luis Artigue para eltaquigrafo.com
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¿El nacionalismo —tal como escribió Fernando Savater— es una exageración del egoísmo particular? 

¿O el nacionalismo —tal y como dijera don Miguel de Unamuno— es la chifladura de exaltados echados a perder por indigestiones de mala historia?

¿En el fondo lo llaman identidad, pero todo esto del autoctonismo histriónico es por algo tan reaccionario como mantener los privilegios, el dinero y el poder, claro, pero lo que pasa es que los de la izquierda siempre mordemos el anzuelo porque nos nubla nuestra vena utópica?

¿Por culpa de quién ha vuelto electoralmente a España el viejo centralismo de organillo y gorra a cuadros?

¿Para hacer presidente a Pedro Sánchez, Podemos ha exigido estar en el gobierno, pero los ultranacionalistas no, porque no les hace falta puesto que ya tienen ahí a Pablo Iglesias?

Lo que más llama la atención del muy recomendable ensayo que ha publicado hace pocas fechas Alianza Editorial con el título de Patriotas indignados sobre la nueva ultraderecha en la posguerra fría (varios autores) es que, para hacernos entender el «parasitismo ideológico» de estos movimientos políticos de moda hoy, en toda Europa (Neofascismo, Posfascismo y Nazbols), haya que remontarse a donde todo esto empieza: al nacionalismo.

¿El Posfascismo ha llegado electoralmente a España porque en esto sí somos europeos?

¿Cuándo y por qué en esta España invertebrada —por decirlo con Ortega y Gasset—, al regionalismo se le empezó a llamar nacionalismo? ¿Cuándo y por qué el nacionalismo se convirtió en nacionalismo ultra? ¿Se diferencian de verdad en algo el nacionalismo ultra y el particularismo separatista? ¿Por qué no es extraño leer un libro tratando de entender el auge de este neofranquismo llamado VOX y terminar concluyendo que el libro habla casi más de los nacionalistas y de que el nacionalismo siempre es de derechas?

Todo son preguntas.

Sí, todo son preguntas, con Pablo Iglesias siempre en medio como el jueves (nos referimos a la Revista El Jueves, claro).

Así las cosas, cómo olvidar ahora que se equivocaba Ortega y Gasset al decir, en la República, que el problema catalán no tiene solución y hemos de resignarnos a sobrellevarlo… Se equivocaba Ortega y habría hecho mejor en acertar, pues éste fue uno de los errores que le llevó fuera de la política para siempre.

En efecto, Ortega no creía que hubiera solución para el problema catalán ni aún menos que la solución fuera él. Sin embargo, se diría que a nuestros políticos mesiánicos de coletero y camisa del rastro de hoy en día, la pelambrera les embarulla el ego. 

—Esto se soluciona con diálogo: yo quiero dialogar con los separatistas de todo.

—¿De todo? ¿Da igual que ese todo sea algo legal o ilegal, que sea decente o indecente, que sea de izquierdas o de derechas, que sea carne o pescado? 

Europa, con su ejemplo, nos avisa de que los patriotas indignados de aquí (esto es, los del españolismo ultra y los del catalanismo ultra) son por igual la ultraderecha en la posguerra fría, pero esta es una obviedad que hemos ignorado y que hace falta que leamos… ¡Y para eso están los libros eruditos que operan en el ámbito de la excelencia, como el ya citado que acaba de publicar Alianza Editorial!

Nunca antes, fue tan necesario saber y hacer saber aquí que Cataluña es una cultura, un mundo, una industria, una lengua, unas costumbres, una arquitectura que viene del románico y llega hasta el rascacielos del puerto (siempre al costado de la Venus de Barcelona), un folklore y una vida que exigen atención, conocimiento, respeto y amor…

Como lo requieren por igual todas y cada una de las comunidades autónomas de España.

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