Opinión

Carta abierta a mi hija Lorca

La Opinión de Luis Artigue para eltaquigrafo.com
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Querida hija mía, atenta a esto: 

«Con un aprobado general en ESO y Primero de Bachillerato, y anunciado dos meses antes de acabar el curso, se envía un mensaje: lo importante es pasar, no el esfuerzo, el mérito o mejorar la formación. Es lo más popular y fácil en tiempos tan extraordinarios. Y sin debate», dice el historiador y sabio maestro de generaciones, Julián Casanova. Pero, como quién no quiere la cosa, nuestra ministra sube al atril gubernamental y, con su rostro felino como de gato manga emergiendo de su melena azabache, en rueda de prensa, va y lo arregla todo asegurando que no es un aprobado general, sino que se trata de «promocionar como norma general a los alumnos». 

Sí, hija mía, cree que si le cambia el nombre (si sustituye lo de ‹aprobado general› por un eufemismo) será otra cosa —como dice Lacan—, y ya parecerá algo justo, y quedaremos así conformes por mucho que luego nos ahogue la realidad.

Querida hija, recuerda que en casa te estamos educando con otros valores: te estamos tratando de inculcar que la educación aplicada, esmerada y sin atajos te insertará un barniz de refinamiento y una palpitación humana extraordinarias si te la tomas como una peregrinación constitutiva, y no como un trámite oficial o una carrera de canódromo.

Y recuerda también cuantas veces te hemos dicho que la vida no da aprobados generales. Y que lo que no cuesta no vale. Y que has de tener cuidado con los regalos envenenados. Y que se trata de operar en el ámbito de la dignidad y la excelencia, y no en aprobar a cualquier precio. Y que, aunque los ingenieros del mundo obstinados en dar reglas que valen para todos decidan que ya estás lista, aún no lo estás sólo porque lo diga un decreto, y no debes, por tanto, olvidar que todo aprobado general no es un logro sino un engaño oficial.

Por eso, querida hija, aunque la ministra, Isabel Celaá, desde esa escena expositiva que es la política, confunda la igualdad de oportunidades con un formalismo burocrático y ordene que te pasen de curso sin haberlo completado, tú no te lo creas; no te lo creas, pues es obvio e innegable que te ha faltado un tiempo decisivo en tu formación. No, el año educativo no ha sido completado aunque los papeles digan que sí, ya que la teleeducación en primaria, con padres que teletrabajan (no quiero ni imaginar lo que será dar clase en casa a tus hijos, mal disimulando la angustia de estar en un ERTE o en el paro) es una quimera que, a tu madre y a mí, nos tiene todo el día con cara de ahorcados a media salve (no hay modo de que nos veas casi nunca como maestros, sino sólo como padres). 

Querida hija, el año educativo es otra cosa. Como un embarazo, como una cosecha, como la vida misma, necesita su ciclo completo, su esfuerzo, su dedicación, su maceración, su socialización e intercambio de semejanzas, y su temario completo. Y, así las cosas, lo que te regalan, en realidad te lo están quitando (de hecho no es un obsequio cualquier atajo educativo, sino más bien una bomba de relojería que explotará en no mucho tiempo convirtiéndose en un generador de desigualdad social).

Y no hay autodidactas en primaria. Por eso es una estafa que pasen a todos de curso como si no hubiera carencias ni déficits que paliar. ¡No basta con tapar las carencias para que no existan!

Sí, hija mía, los políticos te acaban de tapar el sol con el pulgar, mediante una medida populista o apaciguadora de masas, pero tú no te lo creas. 

Sin embargo, no te preocupes, pues no son ellos los que definen por decreto lo que sabes, lo que eres y lo que llegarás a ser, espero que con nuestro apoyo y otros.

Estamos juntos en esta batalla (esta batalla hermosa como todas las batallas superadas de la vida); juntos promoviendo que tu corazón siga creciendo con fuerza y seguridad; juntos igual que un puzzle con necesidad de unidad, bailando acompasados por la vida incluso aunque lluevan piedras.

Te quiere, papá.

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