Opinión

El regreso de ultratumba de Artur Mas…

-No hay país como España ni estado como el de embriaguez.
-Y otro vino pa mí.
-¿Te lo puedes creer? ¡Coincidiendo con que ahora que se le acaba la inhabilitación va y dice Artur Mas que ya está bien de tanto Puigdemont y tanto guateque en Waterloo, y que mejor que le pongan a él al mando de la nave que se lo merece porque es más independentista y más centrado y más convergente y más de todo!… ¿No es de alucinar?
-Sí, tío: es como si Feijoo saltara a la política nacional y lo primero que hiciera es llamarle a Venezuela narcoestado…

Artur Más, moreno escueto y relamido como un alcaldable de ayuntamiento moro, pinta de brooker de negro con maletín a juego, mandíbula que recuerda en algo al Doncel de Sigüenza en versión catalano-romaní, y asimismo hombre moderado en las formas (que no en las intenciones) con cierta elegancia de condestable sin la cual se parecería no poco al bajito del Dúo Sacapuntas, sí, ese político elocuente dotado en su imagen pública de una pulcritud impecable, pero cuyo after shave huele a trato hecho, porque había sido armado caballero por el maese Pujol así, golpeándole en cada hombro con un billete recién sacado de un cajero de Banca Catalana, y porque había sido asimismo ungido por el venerable Pujol haciéndole en la frente la señal de la cruz con el dedo pulgar untado en cava Codorniu, se creía un estadista.

Y es que en el tercer volumen de sus memorias, Jordi Pujol explica que escogió a Artur Mas como sucesor porque era una persona con carácter, capaz de aguantar pruebas duras y largas, y que supo ganarse "a pulso" la confianza de mucha gente que inicialmente no estaba predispuesta a dársela.

Por eso, y tras recoger el trincón pero no tramontano legado del Mesías de Convergencia, Artur Mas se creyó destinado a ser más papista que el papa; a ser más salvapatrias que Pujol (¡y ya es decir!)… Y tal delirio de estadista autoproclamado hizo que primero fuera el negociador único del Estatut de Zapatero, y después se convirtiera de la noche a la mañana en independentista y hasta fuera el incendiario padre del procés, para, acto seguido, pasar ya a cargarse de un plumazo el mapa político, electoral, institucional e incluso ideológico de Catalunya además de su propio partido, claro, y pasar a elegir, ¡vaya guinda para pastel tan macabro!, como Valido ni más ni menos que a Charly Puigdemont… ¡Eso sí que es ojo clínico y no el ano del doctor House!

Ahora, tras su apresurado independentismo de mural y retórica, vuelve Artur Mas como una repetición de sí mismo: regresa en efecto a la palestra subido a lomos de la gramatiquería nacionalista, esgrimiendo con reiteración de vieja rezadora su hoja de servicios y diciendo a voz en grito (esto es, filtrándoselo a la prensa) que tal ridiculum politicum (él lo denomina curriculum vitae) le capacita para volver a ser candidato a President y aspirante a estatua ecuestre en la Plaza de Saint Jaume.

Artur Mas se cree la reencarnación reactualizada de Jordi Pujol, pero su falta de alopecia le resta credibilidad.

Artur Mas tanto con poltrona como sin ella es más aburrido que la crisis moral de Tolstoi.

Artur Mas, el expresident de Convergencia (o como diría la TV3 parafraseando al caballero de la triste figura Mariano Rajoy, de “ese partido del que usted me habla”) es el Quique Setién de la política catalana y el gran error de bulto del dedo ungidor de don Jordi.
Marta Ferrusola, dimisión!

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