
Sí, ella, sus ojos niña, sus ojos joya en una cara que le pone a un tiempo a un algo de fruta y un algo de ave, de pájaro femenino ciertamente adorable: toda esa mujer llega siendo cuerpo de minarete tan espiritual que hasta apuntan al cielo sus pechos de ángel. Llega con look elegante y sencillo.
Pelo recogido de yegua decepcionada y rebelde. Voz de diva entrañable con ribetes de bel canto. Morena de verde luna vapuleada por un hombre, que, para reconocer que llevaba el corazón en la mano y se lo han tirado al suelo y hecho añicos, comparece ante la prensa así, igual que un personaje de La Casa de Bernarda Alba en versión nobiliaria, y nos seduce con su ingenuidad potente de buena persona expuesta y deseosa de salir de la cárcel del yo por medio del amor, pero cegada en medio del monacato de tinieblas de los cazafortunas.
¡Qué difícil no soñar callada y profundamente con Tamara Falcó!
Tamara que compadeces ante la prensa sin esconder ni un ápice de tu claridad vivible. Manos de niña breve con perfume. Tamara como una Antígona de Sófocles que se derrama en música mientras habla de confianza y de valores y de fe y de honestidad, y dice su verdad dura y reciente. Tamara mía de mi sueño secreto enardecido… ¡Yo sí te quiero!
Luis Artigue, www.luisartigueescritor.com