
-Los políticos en activo parece que tienen el sexo matrimonial por castigo.
-¿Cómo? ¿A qué viene eso ahora?
-¿Sabes que la mujer de Pedro Sánchez ha pillado el bicho del coronavirus pero su marido no, y que Irene Montero también ha pillado la movida ésta pero su marido no, y que Quim Torra se ha contagiado de esta peste porcina moderna pero su mujer no, y sin embargo mira tú por donde que tanto Esperanza Aguirre como su insigne marido están ahora ambos los dos en la trena sanitaria entubados como inodoros?
-¡Ya veo por donde vas, peazo Sigmund Freud! ¡Sí que se aprendía mucho en el programa de sexo de Elena Ochoa!…
En este país de charanga y pandemia, este país en el que el Rey tiene la cabeza tan amueblada que no le queda sitio para el cerebro y por eso nos pide sacrificios a todos menos a su padre rico por la puerta de atrás (como bien sabe Corina Larsen la puerta de atrás da para mucho), este país tan progre que ni los políticos están libres del escarnio vírico (qué dura es la democracia igualitaria por detrás y por delante), la expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre (68 añitos) y su marido, Fernando Ramírez de Haro, ambos nobles y grandes de España y piezas museables del señoritismo madrileño, han dado positivo por coronavirus y están hospitalizados en Madrid como cualquiera, como si no fueran amigos de la playera Familia Aznar, como si nada.
El sexo furtivo de los políticos de la tercera edad (véase Berlusconi a pesar de su alopecia; véase el Rey Emérito a pesar de sus andares ochenteros de muevo la cabeza muevo el esternón muevo la cadera siempre que tengo ocasión) era una fuente de revitalización de la vida pública mayormente más aburrida que la música del telediario, pero hete aquí que, ahora que sabemos que nuestros gobernantes no follan por lo legal y por tanto no contagian al consorte, resulta que los grandes de España, que ellos sí que cumplen como Dios manda y el convenio refrenda, van y se contagian el uno al otro no la gonorrea, que eso es de plebeyos y de malditos como Baudelaire, sino el coronavirus, que viene a ser el Sida de los heteros de la tercera edad.
Sin embargo no crean que hacemos chiste de Esperanza Aguirre por estar contagiada, no, que va, nada de esa limonada, pues sabemos que desde que entró en política siempre estuvo contagiada de algo (véase la Gurtel, el Tamayazo, las privatizaciones de la sanidad pública y demás familia)…
Pero la tenemos respeto por haber sido la mandamás del nuevo Madrid (no el Madrid de la Cibeles, y del Café Gijón sino el Madrid de los yupis, de los nuevos periódicos, de la post-movida que no movió nada y de poetas, cómicas, exiliados y cerilleros): ahora Madrid es ya una ciudad manhattánica que se ha distendido y anonimizando, y eso, para bien y para mal, es un poco herencia de la grande de España Esperanza Aguirre y su Partido Popular de los bolsillos hondos.
Sólo el instinto marqués y sexualmente cumplidor por lo legal de Esperanza Aguirre pudo haber hecho el milagro, en el nuevo Madrid, de esta concentración, este espesor de lo madrileño, que la convierte en algo así como la Reina Madre de la post-movida ahora que todo es progresía, neocomunismo, neohigienismo y sexo respetando la distancia interpersonal de metro y medio.
PD: señoras y señores, he de decirles que si alguno de estos pensamientos les interesa, están perdidos… ¡Y es que llevamos ocho días de encierro y sin drogarnos (el coronavirus es nuestro Proyecto Hombre), y así la prosa mariposa… Oh yeah.