Opinión

Gracias Carmen Calvo

La Opinión de Luis Artigue para eltaquigrafo.com
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Para los izquierdistas todos estamos carentes de cultura feminista, y todos somos fascistas.

Milito en el feminismo de la igualdad, no en el de la confrontación, declaró hace poco como hablando por mí la escritora Julia Navarro.

Sin embargo Irene Montero, tras una pésima lectura de la escritura casi lacanianamente hermética de Judith Butler y del pensamiento postfeminista, neomarxista, derridaniano y foucaultaniano de Paul B. Preciado, se ha instalado en la confrontación perpetua: lo ha hecho, por cierto, como tienen por costumbre los extremistas amigos del izquierdismo y de la resurrección y regreso de Mao (qué pena este cáncer de la izquierda llamado izquierdismo que tan bien fue estudiado y denunciado en su día  por Eduardo Haro Teglen en su libro SER DE IZQUIERDAS).

Para los izquierdistas todos estamos carentes de cultura feminista, y todos somos fascistas. E Irene Montero ha ido corriendo a la platea del Congreso a llamar fascistas a sus compañeros del Consejo de Ministros porque así de leales son siempre los constantemente divididos por excesivos y ostentadores de una estúpida falta de sentido de la medida que acaba con toda posibilidad de cambio a largo plazo.

La democracia es un ideal político que en su esencia se asienta en que tú eres tú y yo soy yo y nuestras diferencias descansan en cero, y por eso la piedra de toque de la calidad democrática de una persona o un partido estriba en qué piensas del que no piensas como tú: en eso la extrema izquierda y la extrema derecha y el nacionalismo independentista son como tres gotas de agua.

El izquierdismo (o, por decirlo como se dice ahora, la izquierda radical), no entiende que la democracia, a diferencia de la dictadura, ha de tener en cuenta al otro y el pensamiento del otro para tratar de convivir.

Sin embargo el feminismo sí que ha tenido en cuenta eso desde su misma esencia (se acaba de reeditar Una habitación propia de Virginia Wolf y El segundo sexo de Simone de Beauvoir, pero hay que leer a sus discípulas brillantes Hélène Cixous, Julia Kisteva y otras lúcidas y sensatas y actualísimas aportaciones como Todos deberíamos ser feministas, de Chimamanda Ngozi Adichie, El feminismo es para todo el mundo de Bell Hooks y por ahí todo seguido).

Siempre el feminismo nos ha enseñado que nacemos hombre y mujer pero la masculinidad y la feminidad son una construcción cultural que hemos de performar para que evolucionen y conformen diálogo y relación y convivencia e interacción en términos de igualdad: una igualdad político-afectivo-social-laboral asentada en la certidumbre de que todos somos iguales en dignidad, derechos y deberes.

Y por eso desde siempre hemos distinguido entre feminismo conceptual y feminismo político, y estamos a tope con el feminismo político porque vivir en un mundo más igualitario y justo, y por lo tanto más feliz, no es algo bueno para las mujeres sino bueno para todos, y estamos también a tope con el feminismo conceptual que no solo empodera a las mujeres sino que nos libera a los hombres de la impostura y la sobreactuación que supone fingirnos fortísimos e imbatibles e invencibles y siempre protectores como si no tuviéramos también nuestras fallas y simas interiores y nuestros días fuertes y débiles, etc.

El socialismo español desde la Transición ha demostrado tener muy claro que el feminismo es liberador para las mujeres y para los hombres.

Y Carmen Calvo, que como Julia Navarro milita en el feminismo de la igualdad y no en el de la confrontación, y como nuestras Adela Cortina y Victoria Camps y María Socorro Suárez que llevan años repensando y teorizando eso mismo (con matices individuales cada una), lo ha dejado brillantemente claro. En efecto así lo ha hecho al decir ahora  en público –y decirlo sin la mojigatería ideológica de Andrea Fernández agarrada a sus papeles y leyendo con voz de notaria a pesar de que la acababan de llamarla fascista a la cara- lo obvio: que somos feministas y pro-derechos humanos pero no de extrema izquierda ni marxistas ni mucho menos izquierdistas. Y que el transfeminismo o la teoría Queer (Judith Butler), y la teoría King Kong (Virginie Despentes), y la teoría Cyborg (Donna Haraway), en su dimensión conceptual y no digamos en la política, son una exageración del feminismo y una sobreactuada y muy peligrosa pasada de frenada.

Carmen Calvo demuestra que no es sanchista sino socialista, y que no solo sanchismo y socialismo no son lo mismo, sino que cada vez queda más claro que es el sanchismo el que está traicionando al socialismo y al feminismo con este tipo de perniciosas alianzas parlamentarias que son el abrazo del oso.

Gracias Carmen Calvo. Viva el criterio, la coherencia y la lucidez. Viva el 8M.

 

(Dedicado a Cheli Blanco)

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