Opinión

La Diada y la suerte de tener ocho apellidos marcianos

Seguimos sin gobierno y sin embargo aún no ha llegado el Apocalipsis, así que volvemos a escribir nuestra crónica semanal político-judicial de las Españas…

Pero, nos pesa el respeto institucional, lo primero es darle nuestras condolencias al Rey Felipe VI por el fallecimiento de su primo Camilo…¡Y ya no puedo más; ya no puedo más: siempre se repite la misma historia!…

A propósito de repeticiones de la misma historia, el año pasado por estas fechas, en la Diada, desde la platea los políticos con ocho apellidos catalanes nos dijeron alto y claro que aquella sería la última Diada antes de la independencia de Cataluña, y, sin embargo, ayer hubo otra Diada autonómica, lo cual viene a ser como un cortocircuito en el espacio tiempo… O quizás todo lo de la cada vez menos concurrida Diada es de broma, y es que da risa y pasmo comprobar que el protagonista de la Diada del día once no fue el barbitúrico Torra, ni los políticos presos ni la inminente sentencia por los delitos del procés, sino que lo fue Artur Mas (la leyenda continúa, se titula la segunda parte de Batman), que acaba su inhabilitación próximamente y amenaza con regresar a la política para eso, para poner el acento en que él no es independentista sino sólo ultranacionalista (¿la diferencia es la misma que entre la Coca-cola y la Pepsi?) como bien se vio en el Estatut que firmó en su día con Zapatero… Bendita la gracia.

También parece de chufla esto de que el Presidente en funciones Sánchez negocie la investidura con Pablo Iglesias como quien está comprando en un zoco moro y ofreciendo cada vez menos dinero (ni me llama ni me escribe desde la investidura fallida, señor Presidente, vivir así es morir de amor, por amor tengo el alma herida), y coña parece que a Gabriel Rufián ahora le haya tocado el papelón de aparentar ser moderado y se esfuerce en ello pero no le salga, pobre, que parece cuando se pone modosito un tipo fino de los que se esconde la papada hasta a sí mismo…

Sí, más que nunca todos los políticos, como los marcianos de las novelas de Fredric Brown, están empeñados en cargarse la realidad.

Cataluña será lo que los catalanes queramos que sea, dice Puigdemont. España será lo que los españoles queramos que sea, dice Abascal, lo cual dicho a la vez viene a ser como otro cortocircuito en la realidad posible que va a hacer al final una avería en el condensador de fluzo.

Por cierto, sólo tres plenos, y ya estoy totalmente enganchado a los discursos parlamentarios de Santiago Abascal: ¡es como tener a un predicador lunático subido a una caja de fruta en el salón de casa!… Bendita la gracia.

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