
Sin delicadeza, sin sutileza, sin lo que Denisse Levertov en su excelente ensayo Pausa Versal denomina vibración declamatoria: sólo con el ritmo prosaico de oído poco exquisito de quien escupe en verso…
En efecto la Ministra Montero, la del lema “solas y borrachas queremos llegar a casa” (por cierto un lema éste que más que de una Ministra Montero parece más bien de Massiel) recita en el Congreso un poema, así, igual que Jiménez Losantos hace radio: con cabreo perpetuo y espíritu profundamente guerracivilero.
La Ministra Montero le arroja a otra diputada un poema a la cabeza con la suficiencia moral de quien desconoce los crímenes de la dogmática poesía anticonvivencial.
¿Qué es la poesía que no ayuda a hacer ver que tú visión del mundo es una, pero hay otras?
Sí, la ministra Montero arroja un poema a otra diputada olvidando lo de quien esté libre de pecado que tire la primera piedra: ignorando por ejemplo el crimen del poeta Maiakovski contra la también poeta Anna Ajmátova, en la Rusia comunista.
Cuenta a tal efecto muy bien Benjamín Prado es su imprescindible libro Todos nosotros que Anna Ajmátova, después de haber encabezado la modernidad literaria rusa y haber vivido una historia repleta de éxitos y de lujo, fue denunciada públicamente por Maiakovski como autora de un arte no revolucionario. ¡Y por eso cayó en desgracia ante las autoridades bolcheviques! Tras tal denuncia su primer marido, Nikolai Gumiliov, fue fusilado en 1921 tras ser acusado injustamente en una conspiración, y su hijo Lev fue arrestado en 1938 y condenado al año siguiente: su único delito fue, precisamente, ser hijo de Ajmátova y del traidor Gumiliov. Y cuenta BP como la escritora iba todos los días a la cárcel de Leningrado, donde estaba preso Lev, y se ponía en una larga fila formada por otras trescientas madres de reclusos, y cada mañana, avanzaba lentamente llevando en las manos algo para su hijo (ropa, tabaco, un poco de comida, algún libro), hasta llegar a un policía que se encargaba de recoger provisiones (los condenados no necesitaban siempre las cosas que les llevaban sus familiares, pero estos seguían yendo a las puertas de la cárcel cada mañana para cerciorarse de que aún estaban vivos).
No queremos que eso vuelva a ser la poesía, sino que la poesía sea la casa de todos.
La poesía que Ortega y Gasset definiera como una súbita descarga de emociones alusivas desde luego ha de ser otra cosa, y ser de izquierdas ha de ser otra cosa (¿por qué si todo lo que está a la izquierda del PSOE tiene un voto residual la agenda política del PSOE tiene que ser en su mayoría lo que dictan la izquierda residual y a eso lo llamamos democracia?). ¡Igualdad, fraternidad, libertad y una persona un voto!
De hecho bueno es recordar ahora, ahora que el mundo vuelve a estar en guerra, que los poetas verdaderos apuestan por la convivencia, pero los señores de la guerra necesitan el conflicto permanente, y el perpetuo nosotros contra ellos y ellas y elles…
Sí, los señores de la guerra odian los matices, pues son sectarios por definición, y por eso quieren que siempre todo sea buenos o malos, todo blanco o negro, todo fascistas o comunistas sin nada en medio… La ministra Montero hasta cuando recita lo hace como si estuviera cabreada tal vez porque ella es en sí misma, como diría Nicanor Parra, la antipoesía.
E insinúa además con sobredosis de paternalismo la Ministra Montero, citando un poema de lenguaje obvio y escasa tensión lírica de Cristina Peri Rossi, que no la gustaría que a mi hija Lorca, que así se llama mi bella hija, la acabe pegando un tiro un fascista de mierda. ¡Gracias! Pero yo, que soy su padre, odiaría que la pegara un tiro un fascista de mierda, o un etarra de mierda, o uno de Terra Lliure de mierda, o una ministra sectaria perpetuamente cabreada y a voz en grito de mierda, o un Putin de mierda, o cualquiera de los y las que creen que se puede matar heroicamente a un desconocido, pero aun así odiado por lo que es, porque su causa está por encima de una vida… Y matadores y matadoras de esos y de esas que creen que solo sus valores son puros, como bien nos enseña la Historia, los hay en todos los bandos, y de hecho la Historia misma nos corrobora que en este cainita país nuestro lo que mejor se nos da es matarnos (léase a tal efecto el prólogo del libro A Sangre y Fuego del periodista republicano muerto en el exilio en Londres Manuel Cháves Nogales).
Pero eso no es todo.
Por otra parte dice también la Ministra Montero, pero esta vez con voz legislativa, que mi hija Lorca ya puede abortar sin decirnos nada a tal efecto ni a su madre ni a mí porque eso es un gran logro.
Pero tú Lorca, nunca te fíes de una ministra que te quiere educar mejor que tu familia y sin tu familia, pues las ministras no te educan por amor sino por ley, y de hecho, como decía Dámaso Alonso, son como esos que no escriben un poema por amor sino para tener otro poema.
Tú Lorca recuerda que la familia es saber que formas parte del sueño de alguien; que es tu equipo de alta fidelidad.
Y no olvides que la poesía es Antonio Machado cuando escribe tu verdad no, la verdad: vamos a buscarla juntos que lo que digas no vale. La tuya guárdatela…
Nunca olvides Lorca, que siempre puedes hablar con tu madre y conmigo antes de abortar y de no abortar porque tu madre y yo en honor a tu nombre hicimos hace años la amorosa promesa de emular al cielo del amanecer que siempre escribe con más inspiración que oficio un poema antes de que empiece todo.
Nunca olvides que todo lo que escribo no va a ninguna parte sin ti.
Viva convivir con empatía y amor.