
Se nota que ha regresado la moda de ser ultra, en pequeños detalles, en oscuros perfumes, en el nombre cambiado de las cosas.
Y se nota asimismo que ha resucitado por Semana Santa Manuel Fraga Iribarne y tiene los tirantes casi nuevos.
Nos referimos a que, como la vida es cuestión de ritmo que decía el guitarrista genial Paco de Lucía, en la rítmica España primero fue el Movimiento (nacional), luego la Movida (madrileña), luego una farra neoliberal post-dictadura y ahora regresamos al principio, al Movimiento, que vuelve a ponerse de moda gubernativa primero en Castilla y León…
Sí, la derecha y ultraderecha sin centro se han puesto de moda.
Pero la moda esta vez no viene de Francia, como venía siempre desde que Cocó Channel inventó la moda (esta vez París va a rebufo).
Y es que, tras el preámbulo de los nacionalistas ultras o secesionistas, y del gobierno de Moncloa sostenido por ultras, ahora Castilla y León, tierra del ultramonárquico Cid Campeador, va más allá y forma una coalición gubernamental: de hecho ahora mismo tiene ya su gobierno de derecha y ultraderecha reunida (esto es, tiene su Alianza Popular de Manuel Fraga de toda la vida de Dios, que siempre fue eso AP, la derecha y la ultraderecha reunida y sin centro, nada nuevo aunque ahora se llame de otra forma)…
Sí, tiene Castilla y León a la ultraderecha en el gobierno antes aún de que, en Francia, Marine Le Pen tiña de rubio platino el cuadro de Delacroix de La libertad guiando al pueblo siendo ella la presidenta, la libertad, el pueblo y todo el cuadro al completo, coño, pues con ella se basta y sobra todo, y, como ya dijera Mussollini por boca de César González Ruano, ¿el parlamento pa qué?
Polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga escribió Manuel Machado, un poeta hoy olvidable y olvidado, en lo que ahora parece una oda al avance electoral de Vox en contraposición al previo avance electoral de Unidas Podemos, Más Madrid o como se llame ese partido esta semana.
Antes lo llamaban Alianza Popular y ahora Vox, antes los llamaban Comunistas y ahora Podemos, y esta obsesión por transmutar el nombre a todo por puro marketing para que al final signifique lo mismo bien se parece un poco a esa fría y matemática revisión del Curso de Lingüística General de Ferdinand de Saussure que hizo Noam Chomsky al crear su gramática generativa transformacional (la cual por cierto tanto gusta a mi sabio amigo y académico de la lengua Salvador Gutiérrez Ordoñez)… Para el naming político, maestro Salvador, me temo que no os consultan a los expertos en lingüística, sino solo a los expertos en gramática parda.
Sin embargo, aunque la ultraderecha haya llegado al gobierno antes en Castilla y León, la partidocracia ha sido derrotada antes en Francia, qué curioso, y allí se ha mandado ya al carajo al PP y al PSOE francés en favor de un independiente sin partido, y una hija de papá que piensa que el partido es ella… ¿Para cuándo eso aquí?
Marine Le Pen, misteriosa y de ojos sobrenaturales como los gatos, y Mañueco, semigangoso y con verruga en la cara como los que bailan solos en los guateques, han hipnotizado al electorado a base de nacionalismo contable, como bien explica Miguel González en su reciente libro Vox S.A. el negocio del patriotismo español.
Y esto significa que el electorado está jugando con fuego como si nada, como si nunca hubiera habido en Europa un siglo XX cambalache problemático y febril que cantara Santos Discépolo.
Sí, se nota que ha regresado la derecha sin centro en pequeños detalles, en oscuros perfumes, en el nombre cambiado de las cosas.
El electorado está obviando que la ultraderecha en Europa tiene históricamente más peligro que un ciego con dos pistolas apuntando a la ultraizquierda, pero en realidad disparando a quien sea… Se nota que ha regresado la moda de ser ultra en pequeños detalles, en oscuros perfumes, en el nombre cambiado de las cosas.