
No a empezar a escribir esto sin felicitar de verdad y con euforia a la selección española de fútbol femenino por su gesta de haber conseguido ser campeonas del mundo.
No a empañar lo más mínimo su proeza, su dignidad y su gloria que nos llena de orgullo, de admiración y gratitud por todo lo que nos han hecho sentir, vivir y disfrutar.
Y no a la vieja masculinidad saturada, impositiva, jerárquica, micro o machista y tóxica que no sólo nos representa sino que nos estomaga.
Asimismo desde luego no y no a revictimizar a la víctima: a que, desde su posición subalterna, tenga la víctima que subir una montaña y ser una heroína hiperrrelatadora e hiperdenunciadora de lo que todo el mundo ha visto y que ha sido amplificado y censurado por la prensa en todo el mundo.
No a sexualizarlo suciamente todo.
No por ejemplo a robar los besos, y que los besos dejen de ser un prodigio de la comunicación afectiva.
No a la soberbia, que, como escribió San Agustín, es un pecado que no se deja perdonar.
Y desde luego no a agarrarse la merienda genital en palco oficial para elogiar la valentía, como si la valentía fuera un atributo masculino y solo masculino.
No tampoco a quien aplaude a este y a esto; a quien pudiendo denunciarlo eficazmente no lo hace; a quien lo secunda con su voto o su aprobación o su chiste o su neutralidad interesada.
Y no no no no a Luis Rubiales y a su terrorífico beso de Munch ejecutado en directo desde una posición de poder y agarrando la cara de la presa con sus dos predadoras manos para que no se le escape la caza.
Pero sí al deporte. Sí a las y los que os esforzáis con talento espectacular; las y los que nos demostráis que el deporte es una invitación a la superación y la conciliación alegre del triunfo y la derrota, y los que sabéis y no olvidáis que sabéis que una sociedad con igualdad efectiva entre hombres y mujeres no es algo bueno solo para las mujeres, sino bueno para todos los hombres también, pues nos sitúa en la realidad exacta de lo humano…
En efecto vosotros y vosotras, las que decís no a Luis Rubiales, estáis humanizando el mundo.