
Creo en la gente que reconstruye, y creo en la cultura.
Europa por ejemplo está desgarrada por las guerras, pero si éstas tuvieron algo bueno fue la gran epopeya de lo que nuestros abuelos y padres hicieron para reconstruirla. Sí, creo en los héroes de la reconstrucción y no en los de la destrucción. Los héroes, como nos enseña el gran escritor Mauricio Wiesenthal, son en verdad los del renacimiento, los de la resurrección; los que, después de que la locura de la guerra lo anegara todo, se levantaron y lo volvieron a poner todo de pie.
De hecho siempre me han enorgullecido nuestros padres que, como arqueólogos que reconstruyen amorosamente los restos de un ánfora, después de una guerra civil y una postguerra, rehicieron la convivencia con gran fe en la democracia y en el respeto.
Y sin embargo ahora vuelve la guerra al primer mundo a hacer que el primer mundo se posicione. Vuelve para decirnos sin ambages que no somos el primer mundo; que nuestra superioridad es ninguna; que también llevamos dentro la miseria junto a la grandeza, y albergamos igualmente dentro el primitivismo bélico criminal y la barbarie, de los cuales la guerra es un síntoma cruel y atroz.
Pero yo creo en la gente que odia destruir, y llora por la cobardía de guerra, y piensa en el heroico reconstruir. La gente que apuesta, no por la inculta y desmemoriada guerra, y la destrucción que deviene de la fanática fe en la verdad propia, la cual se ha de imponer o arrojar al otro hasta dispararle y bombardearle con ella, sino la gente que apuesta por la concordia y la reconstrucción.
Creo con decidida y decisiva ingenuidad en la gente que apuesta cada día, incluso mientras caen las bombas, por un mundo de empatía, de consuelo; un mundo de ternura; un mundo de creatividad; de cultura.
Creo en la gente de la cultura; la que sabe que etimológicamente cultura viene de cultivar; la gente que se cultiva y que cultiva el mundo para que no se convierta en un desierto ni en un páramo yermo y subhistórico abandonado al interés egocéntrico, el particularismo egomaníaco, o el ombliguismo ultranacional.. En el extremismo particularista que no sabe ceder y convertirse en punta de lanza general de la solidaridad, la ayuda, la creación, la ciencia, la salud, la educación, la cultura, el higiene, la eliminación de desigualdades injustas… De la humanidad con dignidad y alma en cualquier caso…
Vuelve la guerra a hacerle creer al mundo que tiene razón el que más mata.
Los señores de la guerra odian los matices: quieren que todo sea blanco o negro, buenos o malos, occidente o oriente, Israel o Palestina, Rusia o Ucrania…
¿Por qué no militar en el bando del respeto, de la paz, la humanidad, el humanitarismo, el humanismo, el amor a la vida y la repelencia por los que quitan la vida?
¿Por qué no ser del bando de los que reconstruyen?
¡No a la guerra!