Opinión

Retratos de la España Friqui: Florentino Pérez

-“Yo sólo creo en Dios, en Franco y en don Santiago Bernabeu”.
-¿Todavía andas así?
-Macho, es la costumbre: me pasé diciendo eso hasta el año 2000, y a partir de entonces, como ya había llegado la dictablanda, la democracia, o como se llame, pasé a creer solo en San Florentino Pérez.
-¡Como pa no!….

Florentino Pérez, ingeniero con alma de ateneísta, empresario, Presidente, habla, viste y calza igual que un artículo de periódico preciosista e impecable leído en la cocina goteante de la casa de mi abuelo don Esteban Holgado (un artículo de periódico de por ejemplo Pérez de Ayala, Eugenio d’Ors, Gregorio Marañón, González Ruano, Pemán, Azorín y todo eso, o sea, los insignes articulistas de la dictadura) entonces, cuando en España se diría que estaban cerrados los bancos y las comisarías y hasta las farmacias: todos esos sitios donde se guarecía la muerte en aquel tiempo sólo contrarrestada con el futbol radiado, que era pura vida.

Y es que Florentino Pérez, traje de color tanatorial (siempre va de gris o azul como los notarios, los políticos y los bedeles del séptimo cielo), cara ovalada, seriedad intimidante, mirada con brillo de azabachería, gafas que ven solas, talante de cabreado sin ira y pelo peinado hacia atrás, hacia el pasado, antes que presidente del Real Madrid es un artillero de los negocios con mayúsculas, con blasón y con letra gótica.

-¡Qué jefazo!
-Sí, un respeto.

Por eso, porque es más directivo de Holding que presidente de club de fútbol, porque es más persona que personaje, aunque haya tenido que declarar en el juicio de la Púnica y haya estado en el punto de mira de ese chungo dibujo de tebeo de Ibáñez que es el Comisario Villarejo, hemos de decirle al Sr. Director de eltaquígrafo.com que nos ha encargado esta semblanza por lo general delirante que no da bien tal personaje para este modelado de palabras que cada semana venimos haciendo aquí así, con locura y cultura, hasta configurar un retrato mediante un artículo con prosa frondosa que huela a novia y a biblioteca, y el cual, con el paso de los párrafos y los sorbos del whisky J&B (la soldada con que nos pagan esto no da para brebajes caros de Malta), se vaya agravando y amenizando de alusiones políticas, sociales, y culturales.

Florentino Pérez (de la tumba de Santiago Bernabeu de pronto abierta por Pedro Sánchez justo tras la de Franco parece haber salido un señor trajeado y en blanco y negro como el No-DO que nada más ver la luz besa un rosario y luego hacer ver que lleva una Copa de Campeón de Europa en una mano y la Ley de Reforma Laboral del PP en la otra), él, el mejor presidente en dos tiempos que ha tenido el Real Madrid en toda su historia, nos hace pensar al retratarlo que no hay en cada persona posibilidad de reducción a esperpento, de conversión en viñeta, sí, de eso que le hace pensar al lector tras degustar un artículo satírico que la crítica de la vida da más juego irónico y fundamento epistemológico que el elogio de la vida.

Queremos decir que Florentino Pérez, trajeado caballero de la triste figura como un Cristo Quijotesco, es un ciudadano imposible de imaginar en calzoncillos marianos (¡uff, qué aburrida es la elegancia perpetua, que diría André Breton)…

Florentino es de todo menos un friqui, el pobre.

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