
-Los intelectuales de la Generación del 98 se preguntaron filosóficamente qué es España, y llegaron a la conclusión de que la respuesta es Castilla.
-Ya. Pues los humoristas friquis hoy nos preguntamos etílicamente qué es España, y llegamos a la conclusión de que es María Patiño jefe pon la tele más alta y otros dos güisquitos bravos no vaya a ser que tal qué hiciste abusadora qué hiciste abusadora…
En verdad la anotación opinadora de lo que pasa (y de lo que nos pasa por la cabeza; eso que Jung llamaba el inconsciente colectivo) hecha en los noticieros digitales con puntualidad y esmero de follamigo, en conjunto supone un libro de historia, de intrahistoria, una crónica en limpio de la vida, un memorial o dietario (por decirlo con un término muy de Josep Pla) que se vertebra por sí solo, eso, una novela cuyo argumento suele ser político porque la letra de cada artículo la pone la actualidad, y la música la tiene que poner el escribidor.
Pero nosotros, para el retrato de época hecho con el ritmo caliente de lo que pasa (eso y no otra cosa es el artículo de opinión), hemos escogido la difícil vía del esperpento, y hemos apostado por el humor, en estos retratos-semblanza de España a través de un personaje que venimos haciendo aquí desde hace tiempo para eso: para parecernos, en cuanto que escritores, al torpe asesino en serie que deja su huella digital en todo.
Así uno puede parecer que habla por ejemplo de María Patiño, de su síndrome de mujer bajita agazapado detrás de todo lo que dice, de su vena del cuello que cuando se hincha hace enloquecer a los maestros de Mindfulness, de su verbo también a punto de estallar como un dique sexual cuando se excita en medio de una de esas tertulias televisivas suyas repletas de marujas (por decirlo con un término muy de novela de Juan Marsé) y de cotillas de uno y otro sexo (de ambos sexos también hay alguno siempre), pero en realidad está convirtiéndola en metáfora del estado de la nación en este momento cataclismal y reciente, y repetido, y apasionado, y apasionante, y eterno.
María Patiño con su mirada de magnolio venido a menos, con su cirugía estética última tan desafortunada que le ha puesto un rictus facial como de rape, con su impulsividad desbocada que bien parece un anuncio de “el veneno made in Spain va en frascos pequeños” y con su sonrisa televisada tan parecida a la confitura de bote, es una metáfora política.
Hay dos maneras de tener callado a un niño: la televisión y Pablo Iglesias (mayormente cuando el niño es la España post-constitucional).
María Patiño, esa Lina Morgan de Telecinco, viene a ser una metáfora de alta resolución (por decirlo con un hallazgo expresivo de Eloy Tizón) que, en su ignorada e ignorante brillantez súbita de relámpago, nos revela y desvela que la España espérpentica del carlista Valle-Inclán, como un virus pandémico, mutó en su día en la España tremendista postguerracivilera del censor Camilo José Cela, y luego mutó en la España constitucional del cine de destape, y luego mutó en la España de la Movida que no movió nada (nosotros hemos envejecido, pero vaya cómo ha envejecido la Movida madrileña) de Alaska y los Pegamoides, pero ahora, mira tú qué gracia, como mola la gramola de la historia, ha mutado en la España friqui.
-España hoy ya no es Castilla, no… España es una distopía en la que se considera que el futbolista Joaquín es gracioso, y Puigdemont un exiliado, y María Patiño es periodista.
-Bueno, hombre, tranqui: aquí no pasa nada, y si pasa se le saluda.