Opinión

Ser del Barça

La Opinión de Luis Artigue para eltaquigrafo.com
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Yo nací en un lugar en el que se te van los ojos.

    Aunque mi amigo Carlos Quílez acostumbra a decir algo así como que ser de León y del Barça se parece a nacer en Alpedrete y apellidarse Kawasaki, lo cierto es que yo, como conté en su día en mi novela Club la Sorbona, nací en Villalobar, pueblo leonés maravillosamente contradictorio cuyo casticismo surrealista, durante mi infancia, lo certificaba su rural combinación de burdeles con encanto y beatas a destajo...

Todo muy a juego por cierto con nuestro Toro de Orborne que resignificaba la colina llamada el Cueto de San Barlolo…

   Y allí, en mi pueblo, en el primer mundo, ser del Real Madrid era un tópico; algo así como estar a favor de hacer muñecos de nieve en invierno.  

   Sin embargo militar en el afecto al FC Barcelona tenía que ver con esa rebeldía lírica de quienes miran a la luna portando en la mano un cazamariposas.

   Por eso, como digo, en mis tiempos de muchacho masturbador e idealista para mí ser del Barça era pura heterodoxia. Pero luego, con la llegada al banquillo de Johan Cruyf y toda la transformación estilística que se inició con él y que continuó después hasta la llegada de Pep Guardiola, fue un decidido acto de justicia estética.

   De hecho recuerdo como si fuera hoy que cuando Ronald Koeman de falta metió por bajo el gol en la final de nuestra primera Copa de Europa, al bar de carretera de mi padre se le fundieron los plomos con tanto griterío psiquiátricamente necesario...

En efecto el llamado Drean team era todo pundonor y fuerza. Pero nada tan creativo y mágico como ver jugar casi de memoria al Barça de Guardiola tocado por los dioses. Gracias a una batuta maestra, el fútbol del Barcelona se convirtió en un espectáculo casi geométrico; un táctico recordatorio de que, más allá de individualismos chulescos tipo CR7, el fútbol es un deporte de equipo… Uno disfrutaba tanto con sus triangulaciones sucesivas, infinitas, y con su juego al toque que casi mareaba al rival, y con sus coordinadas transiciones y la inventiva de jugadas que nacían del centro del campo… Se sentía uno privilegiado de ser contemporáneo de un equipo que estaba haciendo historia y que sabíamos que perduraría en la memoria y la conciencia general.

El juego del Barça es un elogio de la compenetración y el orden. Como capitán de ese orden estaba Xavi, disciplinado y sobrio, cuyo virtuosismo pasador era el origen poco vistoso pero imprescindible de los acabados geniales de Messi, el Borges del balompié, un inventor de imposibles, estrella ya entonces  con marchamo de leyenda que contaba además con una personalidad ponderada que, sin decirlo, apuntaba a como deberían ser siempre las estrellas si este mundo no fuera la desmesura por la desmesura. E igualmente Iniesta, también dotado de una personalidad nada volcánica a pesar de su talento, su sentido de la oportunidad en el campo, su baraka, y el haber hecho feliz a tanta gente con sus decisivos goles... Sin embargo el alma del conjunto era un entrenador con talante reflexivo, porte metrosexual, demostrada pericia en aplicar al deporte el espíritu del poema «Táctica y estrategia» de Mario Benedetti, y una contrastada forma de saber ganar y de saber perder…

¡Pero de pronto llegó un día la política a enmierdar la gloria, y el Barça empezó a detestar a todo aquel que se sintiera de ese equipo pero no fuera catalán y nacionalista o independentista! ¡Y decidimos ser fieles al verso de Artaud “hay que respetar los delirios de todo el mundo” para seguir disfrutando del fútbol ¡Y llegó el momento en que ya no nos dejaron ser del Barça a causa de la puta política frentista! Y ahí estamos!

Poco después al Barça, de pronto redefinido como una máquina de forjar filoindepes (no le valía con competir y crear pasión belleza y verdad como la buena literatura, sino que tenía que quedar por encima de Madrid a cualquier precio como si el fútbol fuera la política, y la política fuera la vida) se convirtió en el brazo deportivo del separatismo.

Fue cuando se descubrió que Pujol no era el paterfamilias de Cataluña sino El Padrino que instrumentalizaba mafiosamente la exaltación del personal en primer lugar para robar y asentar el negociete familiar.

Y ahora, como una extensión de la corrupta tradición del Pujolismo, se ha sabido mediante el judicial Caso Negreira que el Barça pagaba para que los árbitros les ayudaran a ganar, esto es, que el Barça, como Pujol y Convergencia i Unió, jugaba dopado con pasta gansa.

Tanto Pujol y Convergencia como el Barça antes no eran indepes pero ahora lo son del todo… ¿Eso es por convicción o porque los jueces han descubierto que robaban?

Lo contrario del futbol limpio es el agua sucia de las alcantarillas políticas.

Viva el futbol limpio y ser de pueblo…

Sí, yo provengo de un lugar en el que se te van los ojos.

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