
Y Jordi Pujol, con las cejas crespas como una bruja de Macbeth, tuvo que sentarse a ver como se batían duelo los dos, Josep Antoni Duran i Lleida (el líder de Unión Democrática de Cataluña, siempre rebrillando sudores nimios de judío en su frente como de esfinge) y Artur Mas (el hombre tranquilo de un John Ford del Hotel Majestic, el soldadito de plomo del nacionalismo librecambista y de vanguardia, sí, el tipo prudente, bien peinado y buen partido: todo un cisne en una pelea de gallos)…
Durante la que sería la última legislatura de Jordi Pujol al frente del ejército sin fuego real de la Generalitat, se evidenció la decadencia electoral de CiU. Y es que CiU, ese barco pirata del Mediterráneo, ese partido político acostumbrado al viento a favor como Bribón, el antiguo yate del antiguo rey Juan Carlos I, desde los comicios de 1995 había ido perdiendo votos y escaños en detrimento de otras fuerzas —PSC y ERC—… Y amenazaba con ir a pique así, igual que un Titanic hegemónico de ésta nuestra democracia española de cantones mal avenidos en la era neoliberal post-dictadura.
Sin embargo en Cataluña, aunque habían dejado de creer en los Reyes Magos porque se habían enterado de que eran los padres, aún creían en Jordi Pujol.
En las elecciones autonómicas de 1999 la coalición CiU había vuelto a ganar la carrera de canódromo, si bien no fue la fuerza más votada —en esa ocasión el PSC, encabezado por el nacionalista disfrazado de socialista Pasqual Maragall, resultó ser la lista que más votos recibió—. CiU se vio pues obligada a pactar contranatura, que diría el novelista y elegante estilista Álvaro Pombo, con el PPC, logrando de ese modo salir elegido JP por última vez.
Pero, a pesar del declive, JP seguía siendo una figura fiduciariamente controvertida a causa de la corrupción (era un secreto a voces) pero tan carismática, reverenciada y respetada en sus andares y olores a boñiga como una vaca sagrada de la India.
Y así siguió siendo cuando, tras la batalla campal con duelo final a florete entre Duran i Lleida (el hermano siamés del honorable JP) y Artur Mas (el hijo putativo del mismo), el carismático mesías de la política catalana o castalana decidió pasar a mejor vida: fue tras cederle finalmente el testigo político, la corona de laurel con billetes de quinientos euros en lugar de pétalos, el peletero ardiente del poder, no a su hermano siamés con suite propia en el Hotel Palace de Madrid como Manolete, sino, ¡qué sorpresa!, al hijo putativo amamantado a sus pechos don Artur Mas.
Aquello parecía un acto de purificación de la política catalana, pero era más bien como cuando Norma Duval se cambia de vestido: aunque Marta Ferrusola se vista de seda…
Y es que JP, que había comandado CiU y pactado sin sonrojo tanto con el Adolfo Suárez de traje con olor a naftalina de la dictadura, como con el Hamlet Felipe González con su chaqueta de pana y dudas, como con el Bigote Arrocet de la proto-ultraderecha españolista José María Aznar, sí, él, JP que había enseñado a todos los partidos españoles que los políticos no han de despreciar la corrupción sino que el viento de la corrupción no sople en tu favor, se había retirado a su paraíso de impunidad y parabienes.
Pero ahí no acababa todo.
La Cataluña del pujolismo seguía siendo una película de cine negro con banda sonora de jazz truculento en la que no puedes disociar lo que has visto de lo que has oído. Y lo que has oído, si no ostentas ya el poder, puede llegar a ser repetido en voz alta ante la prensa, y hasta ante los jueces.
En verdad desde enero de 2001, cuando Artur Mas fue elegido como "sucesor" por el propio JP, éste asumió el cargo de conseller en cap de la Generalidad. Y se fue produciendo un relevo paulatino en el liderazgo de la federación judeopolítica de CiU (todo a pesar de que esta designación había abierto una crisis en la coalición a causa de la ambición de Duran i Lleida que, cómo no, también amaba esa poltrona).
Como el cava se acaba, en las elecciones de 2003 la coalición CiU, liderada por Artur Mas, no consiguió imponerse y sería desalojada del gobierno por una coalición de partidos, el llamado Tripartit, y Pujol abandonó el cargo de presidente de la Generalidad en diciembre de 2003, después de casi un cuarto de siglo en el poder.
A partir de entonces como en la imprescindible novela de Camilo José Cela La Colmena donde eso de lo que no se habla (en su caso la guerra civil) es tan importante como lo que se cuenta, en esa novela negra que es la política catalana del pujolismo lo que se ocultaba (la condición mafiosa del clan Pujol donde el Vito Corleone no era JP sino su primogénito) era tan narrativo como lo que se glosaba.
En febrero de 2005, Pasqual Maragall, presidente ya de la Generalitat, le espetó con vozarrón de alabardero al entonces jefe de la oposición y heredero político de Pujol, Àrtur Mas, en el Parlament de Catalunya la ya célebre sentencia: “Vostès tenen un problema i aquest problema es diu 3 per cent”…
Ahí empezó a ser Jordi Pujol un cadáver exquisito…
Ahí empieza esta novela negra crook storie de Jordi Pujol.
PRÓXIMA ENTREGA: Vida, obra y milagros de Jordi Pujol (novela negra, capítulo IV): la década del 2010