
Cada verano algún pirado o pirómano –valga la redundancia- hace regresar al bosque al dios del fuego para que volvamos a creer en el infierno…
O para que –valga también la redundancia-, volvamos a recordar aquello tan existencialista de Jean Paul Sartre de que el infierno es el hombre.
Y es que, tal vez porque el verano hace que el mundo tenga un tono azul y verde (exactamente azul vida y verde esperanza mezclada marihuana), siempre hay alguien vitalmente depravado que, mediante el fuego, quiere convertir el color azul verano en color sepia, a pesar de que, eso, sea una idea tan cruel como siniestra…
El color azul es nuestra fe en la vida y el sepia la verdad de la muerte, escribió Rimbaud quien sabe si hablando de esto, pues ya se sabe que la poesía de Rimbaud no hay quien la entienda.
Sin embargo es muy entendible que el fuego provocado que destruye la naturaleza quita todo el sentido a la presencia humana en el mundo, y acelera la vigencia futura de aquel aforismo que escribiera el genio de la ciencia-ficción Philkip K. Dick: “nos acordaremos de este planeta”.
Este año el dios del fuego está siendo especialmente infernal en las Españas.
Pero, como en la miseria se yergue la grandeza no pocas veces, el fuego nos hace a su vez ver la encomiable utilidad de la Unidad Militar de Emergencias que se bate quijotescamente el cobre contra el fuego por nosotros para que el infierno no lo calcine todo, y el verano siga teniendo color, verdad y sentido.
En Ávila y en Gran Canarias se ha visto a la ciudadanía aplaudiendo a los efectivos que luchan contra las llamas dantescas, y se les ha escuchado gritar: ¡Viva la UME!
Asimismo, con voz de todos nosotros, ha escrito al respecto de la UME Arturo Pérez Reverte como para acabar este artículo: “Es una estirpe extraña, la de los héroes. Nadie consigue extinguirla nunca. Pasa el tiempo, pasan las cosas, pasa la vida, pasan las sociedades que a veces no los merecen y ellos siguen ahí. Impasibles como estatuas de bronce”… ¡Ole!